lunes, 28 de diciembre de 2009

No sea que olvidemos

Escrito de Carl Trueman, para su reflexión y análisis, especialmente en fin de año. Un poco largo, pero que bien vale la pena.

La memoria es muy importante. A nivel personal, es en gran porción responsable de lo que somos. Y esto puede ser perturbador: si nuestras memorias son falsas, luego entonces ni siquiera podemos saber quién somos.

La memoria es también una categoría bíblica significativa. Tomemos el Libro de Jueces, por ejemplo. Resulta increíble leer cómo los hijos de Israel olvidaron al Señor y todas las obras que realizó en Egipto, en los años de la peregrinación y en la invasión inicial de Canaán bajo el liderazgo de Josué y los ancianos que gobernaron con él.

Este olvido sirvió de contexto a su depravación, a su adoración de otros dioses y a su asimilación de las culturas cananitas y sus ritos de sacrificios humanos y violaciones en grupo.


En tal contexto -y perdonen la expresión- es muy fácil que olvidemos que el acto de olvidar no es un acto de la voluntad.

El olvido es una función de negligencia o de descuido, otras veces se debe a enfermedad. No es algo que uno diseña voluntariamente.

Uno puede desear olvidar ciertas miserables obligaciones que debe cumplir, pero, irónicamente, a mayor amenaza del deber, menor olvido.

Son aquellas cosas a las cuales somos indiferentes, las que podemos enviar como irrelevantes a la periferia de nuestra mente, y que olvidamos.


Lo interesante es que los medios establecidos por Dios, para ayudar a los hijos de Israel lo que tenían que recordar, eran igual de importantes. En sus negocios con Moisés, Dios estableció una serie de procesos repetitivos para que los israelitas recordaran constantemente todo lo que Dios había hecho por ellos.

Por ejemplo, en Exodo 12, Dios establece la Pascua, cuya celebración está diseñada en parte para provocar en las generaciones subsecuentes el preguntar por qué se hacía. Esto haría que los padres contaran a sus hijos los grandes hechos de Dios, Su gracia de salvación al librar a los hijos de Israel de la esclavitud en Egipto, incluso mediante el asombroso y terrible juicio contra los egipcios.


La Pascua es solo un ejemplo de numerosos rituales detallados en la Torah, cuya función primera servía como recordatorio de quién era Dios, quiénes son los israelitas, y cómo se relacionaban unos a otros. Cuando llegamos a la Tierra Prometida y encontramos a los israelitas y sus recurrentes períodos de amnesia, no hay que ser un genio para asumir que parte de la causa inmediata fue su abyecta negligencia de los medios establecidos por Dios para mantener Su nombre y Sus actos frescos en la mente del pueblo.


Esta clase de amnesia nos enseña que necesitamos recordatorios constantes de quién es Dios y de lo que El ha hecho si hemos de permanecer en el estrecho y angosto camino; y que tales recordatorios están contenidos en las rutinas y rituales que Dios especifica en la Escritura.

Para el creyente, bajo los términos del Nuevo Testamento, estos son: la Palabra de Dios, leída y predicada y escuchada, los sacramentos u ordenanzas del bautismo y la cena del Señor. Estas cosas se nos han dado para recordar quién es Dios; y su negligencia solo servirá para acelerar cualquier tendencia al olvido que nuestra instintiva rebelión estimula contra Dios.


Para un estudiante de teología, la tentación es caer en la respuesta obvia: “bueno, yo estudio acerca de Dios todo el día, será muy difícil que me olvide de El o de quién es El o de lo que El ha hecho.”

La realidad es que hay olvidos y olvidos. Por ejemplo, recordar que la última “guagua” sale a las 6 de la tarde es una cosa; recordar que debo estar en el autobús para llegar a tiempo a casa y celebrar la fiesta sorpresa de mi mujer, es otra cosa. Para un estudiante de teología, será muy fácil que termine recordando a Dios como un objeto de conocimiento; será algo muy diferente recordarle a El como el omnisciente y todopoderoso sujeto de la existencia.


Por ello es que la iglesia resulta tan vital e importante. Cierto. La iglesia local es el contexto necesario de toda vida cristiana. Y repetir esta verdad no disminuye su valor, sino todo lo contrario. Después de todo, algunos de ustedes -ejem- parecen haberlo olvidado. Como hemos visto, la Biblia misma indica lo que sucederá cuando se abandonan las importantes aunque predecibles rutinas o cuando se da por hecho su contenido.

Mucha de la moderna teología escolar, en particular de áreas de estudio del Viejo y del Nuevo Testamento predica sobre una cultura de amnesia. Se abandona lo que la Iglesia ha dicho sobre la Biblia entre el cierre de la era apostólica y el tiempo presente. Estas personas no tenían acceso a los documentos que ahora tenemos, no entendían al Judaísmo como nosotros lo hacemos, algunos de ellos eran bastante simples en su visión del mundo e interpretación de textos. Estos son la clase de argumentos que permean la cultura de amnesia.


Ahora bien, para el estudiante teológico de una maestría o de un doctorado, estos no son puntos insignificantes. Necesitan ser valorados, a menos que el estudiante quiera navegar en el oscurantismo. Pero también, el estudiante necesita darse cuenta que el marco de referencia de donde surgen esta clase de argumentos no es un valor neutral; tampoco reflejan una visión bíblica particular en interpretación bíblica, síntesis doctrinal sistemática o en aplicación tanto del pasado como de la importancia de la iglesia como Cuerpo de Cristo.


Es vital que el estudiante asegure su lugar dentro de una iglesia local y se coloque bajo la sana predicación de la Palabra y la administración de sacramentos/ordenanzas de modo regular. ¿Por qué? Porque de otro modo, sus memorias de quién es Dios y lo que El ha hecho a través de los años se diluirán lentamente o se distorsionarán o sencillamente se acomodarán a las humanas y pecaminosas expectativas de quién es Dios y cómo El obra.


Para el investigador, y quizás para quien inicia estudios teológicos, todo esto se oye terriblemente aburrido. ¿Pasar la semana navegando en los confines y lejanos mares de la escolaridad intelectual, y durante el fin de semana escuchar a cualquiera frente al púlpito que solo expone el texto o sirve pan y vino? ¿Qué hay de valor en esto?

Con un poco de imaginación podemos ver a los israelitas del Libro de Jueces haciendo las mismas preguntas: ¿Otra vez celebrando la Pascua? ¿Acaso sabemos todos lo que significa? ¿De verdad necesitamos que nos repitan La Ley tan a menudo? Y si ya la sabemos, ¿no podríamos pasar a otra cosa?

El resultado neto del Libro de Jueces fue que florecieron los valores de Sodoma en los mismos límites de la Tierra Prometida y se introdujeron en las mismas prácticas del pueblo del Señor, de consecuencias fatales para al menos una joven mujer. Negligencia de las aburridas, diarias, rutinas, condujo al desastre absoluto.


Es igual hoy en día. Todavía no he visto al estudiante que, en lucha o incluso luego de abandonar su fe, no haya primero abandonado -en algún punto de su lucha- las rutinas mundanas de la vida cristiana: asistencia regular a la predicación de la Palabra, oración, la comunión de los santos, etc. Por muy aburridas que sean, son el medio provisto por Dios para prevenir la amnesia; y peligramos si olvidamos esto.

Minority Report: Least We Forget. 2009 Themelios 34(3). Carl Trueman is Academic Dean, Vice President of Academic Affairs, and Professor of Historical Theology and Church History at Westminster Theological Seminary in Philadelphia, Pennsylvania. [N del T: Con algunas modificaciones]

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