El es el Dios-hombre, el único capaz de afirmar que él y el Padre son Uno -afirmación que hizo a los judíos acusarle de blasfemia (Juan 10:31-33).
El es quien perdona pecados -algo que solo Dios puede hacer.
El es quien se atreve a decir "antes que Abraham fuese, ¡Yo Soy!" (Juan 8:58).
Y encontramos también la singularidad de su humanidad. Genuinamente humano, es sin embargo único en su humanidad. El es totalmente sin pecado. Su obediencia al Padre es perfecta, su vida de oración no tiene paralelo, su amor por la gente no tiene fin.
Y cuando percibimos que esta singularidad nos avergüenza es porque nos damos cuenta que así es como debiéramos ser nosotros.
La singularidad del Jesús hombre sostiene un espejo frente a nosotros; es una singularidad ejemplar, que nos habla de cuáles son las intenciones de Dios para cada uno de nosotros.
Anthony A. Hoekema, Created in God’s Image (Grand Rapids, Mi.; Eerdmans, 1986, 1994), 73.
http://firstimportance.org/2009/12/09/the-strangeness-of-jesus/
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