domingo, 20 de diciembre de 2009

I. Fe saludable

De un artículo del Pastor David Powlison, para edificación y apoyo.

Juan tiene 23 años, universitario recién graduado. Cuando algo no sale según lo esperado, explota en violentos accesos de ira. En la universidad bebía alcohol ocasional pero ahora se ha convertido en hábito regular y fuerte. ¿Diagnóstico oficial y sabiduría de la calle? Juan sufre de Enfermedad Explosiva Intermitente (EEI), con personalidad adictiva. Juan es acerca de Juan y ya.

Sara, soltera de 29 años, se preocupa por su apariencia, la cuenta de calorías y su régimen de ejercicio. A menudo “se siente gorda”, si bien mide 5’9” y pesa solo 103 libras. Es indetenible en sus actividades, competitiva, siempre probándose a sí misma. Parece infeliz, se ha vuelto medio ermitaña, nerviosa y preocupada la mayor parte del tiempo, no tiene lugar para nada ni nadie más. ¿Diagnóstico y sabiduría terrenal? Sara tiene anorexia -y es perfeccionista, con baja autoestima.

Lisa, 32 años, casada y con un hijo de 2 años, se siente mal desde que tuvo el bebé. Siempre ha tenido la tendencia a inculparse por todo, pero ahora es peor. Está inmersa en una maraña de pensamientos auto condenatorios, repasando fallas una y otra vez, reales o imaginarias. Ha inventado unos rituales de “momentos de quietud” que le hacen sentir que su vida tiene sentido. Su esposo no sabe qué hacer. La pregunta más sencilla a menudo despierta una espiral de quejas y desamparo. ¿Diagnóstico y sabiduría terrenal? Lisa padece depresión clínica y Desorden Obsesivo Compulsivo (DOC) -se programa estándares imposibles de alcanzar.

Chandra, 20 años, batalla contra la ansiedad desde su adolescencia. Se le “pega la lengua” si tiene que participar en reuniones públicas, de modo que las evita y cura su ansiedad con TV, Facebook y kilos de helado de chocolate. ¿Diagnóstico y sabiduría terrenal? Chandra sufre un desorden de ansiedad social -por lo tanto es tímida, se enchufa a la pantalla y necesita su chocolate.

¿RECONOCE ESTOS CASOS?

Yo sí. Tengo amigos que caen en ellos. ¿Reconoce algo de usted en alguno de estos casos? Yo sí, también. Observe cómo cada diagnóstico simplemente toma lo que ya sabemos y lo re-escribe en lenguaje cuasi-médico. Las experiencias de la vida se tornan en “condiciones” despersonalizadas. Los problemas tienden a visualizarse como “algo que se tiene”, en lugar de ser el conjunto de cosas que alguien siente, piensa y hace.

Es curioso. Los diagnósticos no agregan información alguna a lo que ya sabemos. Sin embargo, alteran por completo la forma en que percibimos a una persona. Incluso alteran la forma como la persona se ve a sí misma. En la traducción del lenguaje llano al lenguaje médico se pierde la esencia de la historia y la batalla.

TODOS ESTAMOS CONTENIDOS EN ESTAS HISTORIAS

Estos problemas son el común de las batallas humanas, amplificados a niveles destructivos. Quizás usted no se identifique con la profundidad del mal en estas personas; pero, ¿con la preocupación? ¿con la indulgencia excesiva al comer o beber? ¿o con pensamientos impuros? ¿auto-preocupación? ¿sentirse culpable, desalentado? ¿albergando falsas esperanzas? ¿escapando mediante la TV o la internet? ¿chismeando? ¿ansioso por causa de la gente? ¿sin Dios?

Las cuatro categorías presentadas no son ni raras ni diferentes al resto de nosotros. No es sorpresa que la Biblia toque la variedad de caos, confusión y problemas que los humanos experimentamos. Nuestras historias se entrelazan con la de Dios en cada punto. Porque Dios quiere que entendamos con exactitud lo que está mal -y cuán exactamente y hasta dónde El quiere hacer que vaya bien.

Santiago, en su carta a personas que conocían a Jesús, nos alerta hacia algo dentro del caos personal e interpersonal. Dondequiera que haya “confusión y malas cosas” (Santiago 3:16), encontrarás dos problemas subyacentes. Primero, “celo malo” que anhela más de la cuenta malas cosas. Segundo, “ambición o voluntad egoísta” que organiza la vida alrededor de Siempre-Yo.

Pero Santiago no le da al caos la última palabra: “Dios da más gracia” (4:6). ¿Más gracia que qué? Oh, que Su bondad es mayor que todo aquello que ande mal dentro de nosotros.

Cierto que los detalles particulares de nuestras historias tienen sabor del tercer milenio, pero si razcamos la superficie veremos que son giros de los mismos viejos problemas. Pablo, hace 2,000 años, escribe que “las obras de la carne son manifiestas -es decir, obvias”; y da 15 ejemplos (Gálatas 5:19-21). Cualquiera se da cuenta que esos ejemplos no son lo que debiera ser la vida. Toda forma de auto-preocupación es lo opuesto al amor, al gozo y la paz. Y Pablo redondea la lista apuntando más allá: “cosas como estas, y parecidas...” incluyendo al tercer milenio y gentes como nosotros.

RESONANCIA MAGNETICA NUCLEAR DE LA ESCRITURA

De modo que las caóticas vidas de nuestros amigos encajan en la categoría de “obras de la carne”. Dios ve las cosas tal como son, y nos enseña a verlas a través de Sus ojos. Dios también mira las razones internas. Gálatas 5:16-17 da el nombre al motor de un estilo de vida destructivo: “los deseos de la carne”. Es la frase de Pablo para el celo malo y las ambiciones egoístas: cosas deseadas instintivas y plausibles, convertidas en monstruos y dictadores.

El estilo de vida de Juan es “primero yo, después yo y luego yo”. Su ira no es sorpresa. Sara idolatra un ideal de belleza que ni las supermodelos pueden alcanzar. Su infelicidad no es sorpresa. Lisa vive por estándares auto impuestos de realización, y camina ciega a las misericordias que Dios le dispensa. No es sorpresa que no tenga sentido de paz. Chandra busca aprobación (y cae en pánico ante el posible rechazo); se preocupa tanto de cómo la tratan los demás que ella no tiene ni un solo pensamiento amable para dar.

Dios ve lo que opera en el interior, así como aquello que suda y que todos ven. Dios lo mide por lo que es, y luego nos ayuda a entender la vida del mismo modo como El lo hace.

Estos patrones de motivaciones internas son lo que la Biblia llama “corazón”. Generamos substitutos de Dios. Los falsos maestros son “pequeños dioses” que se convierten en ¡YO QUIERO AQUELLO! Nuestras ciegas devociones nos esclavizan, y expresamos sumisión a los diocesillos en nuestro estilo de vida, en emociones, pensamientos, palabras y elecciones que la Biblia llama necedad.

Dios quiere que veamos nuestro corazón del modo como El lo ve. Por dentro y por fuera, esto es exactamente lo que Jesús vino a perdonar y espera transformar:

Jesús murió para destronar la dictadura de la carne.

Jesús murió para que no muriésemos atados a nuestros ídolos.

Jesús murió para que no desperdiciemos la vida dando masaje y refinando nuestra autopreocupación.

Jesús vive para convertirse en nuestro verdadero Maestro.

Todo el mensaje se resume en lo siguiente: “y por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:15). Jesús puede liberar a Juan de la esclavitud de su propia voluntad, de modo que empiece a pensar en los demás. Jesús puede hacer que Sara recupere sus sentidos, de modo que empiece a amar la hermosura del Señor en lugar de obsesionarse por un ideal vacío e imposible. Lisa podrá reconstruir su vida sobre nuevos cimientos. Chandra hallará refugio seguro y el valor para salir de su timidez.

Cristo destrona deseos dictatoriales. Los frutos de Su Espíritu Santo -amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, (Gálatas 5:22-23)- bien valen la pena por qué vivir.

Por supuesto que la libertad no se alcanza de inmediato. Pero Jesús crea nuevas condiciones para vivir. Desde ahora, El trabaja para enderezar lo torcido, para proporcionar respuestas largas y serias a preguntas complejas; comienza un proceso de liberación que durará toda la vida.

DOS MANERAS DE VIVIR

Desde la visión de Jesús, hay dos caminos fundamentales para vivir la vida.

En un camino, estás conectado a Dios y El dirige tu vida. Esta es la idea del Salmo 23: “El Señor es mi pastor… y sus misericordias me seguirán todos los días de mi vida”.

En el otro camino, estás conectado a ti mismo en gran medida, desconectado. Llamaré a esto el Antisalmo 23: “Ando por mí mismo… y la frustración me persigue todos los días de mi vida”.

ESTA HISTORIA CONTINUARA. <{{{{><


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