Poder para cambiar no tiene nada que ver con fortaleza interior o con fuerza de voluntad.
La realidad es que solamente la gracia de Dios a través de la muerte de Cristo, aplicada en nosotros mediante Su Espíritu Santo, es lo que proporciona cambios.
Y el método no consiste en reglas y programas, sino en fe y arrepentimiento.
El contexto no es una oficina de consejería en algún retiro solitario, sino la comunidad del pueblo de Dios hablando la verdad en amor.
El objetivo del cambio no es encontrarse a uno mismo, sino olvidarse de uno mismo en amor y servicio.
El mensaje no es meramente que podemos cambiar, sino de que Dios puede hacerlo.
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