"Los días de nuestra vida son setenta años; y en los más robustos, ochenta años. La mayor parte de ellos es duro trabajo y vanidad; pronto pasan, y volamos" (Salmos 90:10).
El acortamiento en edad debiera hacernos reflexionar sobre la brevedad de la vida. En la época antes del diluvio los hombres alcanzaron larga edad, el registro bíblico nos refiere de 900 años en algunas personas, pero a medida que el tiempo ha ido transcurriendo la edad se ha ido acortando y los muy robustos apenas llegan hoy a 80 años.
Recientemente me enteré que la edad promedio en ancianos es de unos 65 años. Si mil años son pocos en comparación con la eternidad, mucho más 65. Medita, pues, en la brevedad, no de la vida humana, sino de tu propia vida.
En un mundo de tantos avances computacionales donde ya ha sido medida con precisión la distancia que hay entre la Tierra y muchos astros del universo, es verdaderamente lamentable y triste que los más robustos no puedan contar o ver por sí mismos setenta años.
Multitud de hombres y mujeres mueren cada día, todos testigos presenciales de esta realidad. Y sin embargo, no obtenemos sabiduría de esa cita ineludible, que un día moriré y tendré que dar cuenta a Dios.
Que nuestra oración delante del Creador sea: "Señor, dame un corazón diligente y entendido para trabajar en procura de obtener un juicio correcto de la vida humana".
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org
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