viernes, 1 de octubre de 2010

Meditación del 1 de Octubre

"Y ahora vosotros sabéis qué lo detiene, a fin de que a su debido tiempo se manifieste. Porque ya está en acción el misterio de la iniquidad; solo hay quien al presente lo detiene, hasta que él a su vez sea quitado de en medio" (2 Tesalonicenses 2:5-7).
 
Es como si dijera que, parte del juicio divino sobre quienes desprecian a Cristo, ya el misterio de la apostasía obra secretamente como sistema, estaba en sus inicios, y que un impedimento presente pronto sería quitado y el Anticristo manifestado.

El misterio de la iniquidad. 
En palabras del ministro Manton es: "Un sistema espiritual maligno, cuyo fin es usurpar el reino de Cristo, sus dignidades y prerrogativas sobre la Iglesia, y bajo una máscara de religión y piedad introducir allí un reino de tinieblas y pecado". Es opuesto a la esencia del Evangelio, aunque se presenta como evangélico, un misterio.
Para entender mejor este misterio es necesario presentar qué es la piedad y luego la iniquidad. 

Cuando el hombre desobedeció a Dios se hizo un extraño para sí mismo, el pecado se entronizó y el hombre cayó de sí mismo. De ahí en adelante su yo o principal interés no fue más su alma, sino su yo carnal o pecaminoso. 
Muchos hacen daño a sus almas, pero nunca a su carne. 
Son gobernados por los apetitos de la carne: "Lo que ha nacido de la carne, carne es" (Juan 3:6). Aman  placeres, honores y ventajas de este mundo en desprecio de lo espiritual: "Porque en otro tiempo nosotros también éramos insensatos, desobedientes, extraviados. Estábamos esclavizados por diversas pasiones y placeres, viviendo en malicia y en envidia. Éramos aborrecibles, odiándonos unos a otros" (Tito 3:3). 
No todos son fornicarios o ladrones o asesinos, ni todos viven en la misma forma de pecado, pero todos se han apartado de Dios, su mente es carnal.

La piedad rescata hombres y mujeres de ese estado espiritualmente caído y los trae a Dios y Su Cristo: "Porque la gracia salvadora de Dios se ha manifestado a todos los hombres, enseñándonos a vivir de manera prudente, justa y piadosa en la edad presente, renunciando a la impiedad y a las pasiones mundanas" (Tito 2:11-12). 
La piedad nos trae conocimiento, amor, adoración y obediencia al Único Dios verdadero. Dios lo hace a través de la fe, en la obra perfecta de su bendito Hijo Jesucristo: "Dios estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo mismo, no tomándoles en cuenta sus transgresiones y encomendándonos a nosotros la palabra de la reconciliación. Al que no conoció pecado, por nosotros Dios le hizo pecado, para que nosotros fuéramos hechos justicia de Dios en él" (2Corintios 5:19-21). 
El misterio de la piedad es principalmente visto en esto: "Grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en la carne" (1Timoteo 3:16).

Ahora bien, el misterio de la iniquidad es lo contrario a esto, aunque procura mantener una imagen que se le parezca. 
Profesan conocer a Cristo, cuando en realidad son enemigos de Su cruz,  la auto-negación evangélica (Filipenses 3:19). 

No resulta difícil distinguir los verdaderos ministros de Cristo de los falsos: "Más bien, en todo nos presentamos como ministros de Dios: en mucha perseverancia, en tribulaciones, en necesidades, en angustias… en pureza, en conocimiento, en tolerancia, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor no fingido" (2Corintios 6:4-6). 
La regla es muy clara, donde los hombres procuran la grandeza del mundo allí es seguro que el Evangelio no reina, porque la gran lección del camino de la fe es la auto-negación, los falsos son conocidos por el amor a la pompa y facilidad terrenal.

Está prohibido meternos en las cosas secretas de Dios, pero no es curiosidad adentrarnos en las cosas reveladas. Al leer ciertos pasajes de la Biblia se levantan interrogantes, aprendamos entonces a diferenciar verdades reveladas de las escondidas, sin incursionar en las  escondidas por Dios mismo porque El ha puesto un velo para cubrirlas.

Y en las reveladas seamos prudentes, conocer la medida de uno, no aventurarnos en asuntos más allá de nuestra capacidad interpretativa. Primero  verdades sencillas y poco a poco ganar terreno hacia lo difícil. No te apresures. Compara las profecías con los hechos de la historia que parecen guardar relación con nuestra fe.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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