viernes, 22 de octubre de 2010

Meditación del 22 de Octubre


"Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en él, sino también el de sufrir por su causa” (Filipenses 1:29).
 
Desánimo o depresión espiritual hace que aflicciones y sufrimientos parezcan durar más tiempo del normal, porque la impaciencia hace que el enfermo vea al médico como un hombre cruel, o que mientras más grita un niño bajo la vara, más duelen los azotes.
Pero si consideramos y aplicamos al corazón lo que son las aflicciones del creyente, el mal de la depresión disminuye y hasta desaparece. De modo que es muy conveniente mirar en detalle aquello de las aflicciones de los santos. 

El Nuevo Testamento enseña que ellas fueron compradas por el Señor Jesucristo para los suyos: "Así que nadie se gloríe en los hombres; pues todo es vuestro, sea Pablo, sea Apolos, sea Pedro, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir, todo es vuestro, y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios" (1Corintios 3:21-23).
Pablo dice que la muerte, reina de miedo y angustias, es uno de los bienes que Cristo compró en Su sacrificio, y lo compró para usted y se lo dejó a usted. 
Si la muerte es suya, luego entonces todas las aflicciones -hijas de ella- también son suyas: ¿Quien tendrá miedo de lo que es de su propiedad?

Por otro lado se nos dice que las aflicciones son parte de los dones de Dios: “Porque se os ha concedido a vosotros, a causa de Cristo, no solamente el privilegio de creer en el, sino también el de sufrir por su causa" (Filipenses 1:29). 
Cristo no da males a los suyos, de ninguna manera, y aunque las aflicciones parezcan ser un mal, en realidad son un bien. Lo que Cristo nunca dará son tu desespero e impaciencia, esto no procede de Dios sino de tu propia incredulidad y mal corazón.
Pero es bueno decirte que es inevitable, en muchos casos, que los sufrimientos traigan tristeza debajo del brazo, como está escrito: "Al momento, ninguna disciplina parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que por medio de ella han sido ejercitados" (Hebreos 12:11). 

Esas verdades generales pueden individualizarse con la vida de un hombre en Cristo: "Como no conocidos, pero bien conocidos; como muriendo, pero he aquí vivimos; como castigados, pero no muertos; como entristecidos, pero siempre gozosos; como pobres, pero  enriqueciendo a muchos; como no  teniendo nada, pero poseyéndolo todo" (2Corintios 6:9-10). 
Observa el "como" empleado por el apóstol, habla de las aflicciones como si no fueran sufrimientos; como un hombre que se ha enfermado de gripe para curarlo de tuberculosis. Pablo llama medicina-enfermedad a sus aflicciones. 
El vómito, por ejemplo, es un mal contra el estómago, pero cuando una persona se intoxica al ingerir una sustancia venenosa, la medicina en general es inducir al vómito. Un mal menor salva de uno mayor, en este caso hasta morir.

Las aflicciones del creyentes son medicina-enfermedad. La angustia no es un bien en sí, sino mal necesario en muchos casos, dada por la mano del Padre. Los cosecheros de arroz dan de golpes a la mata del grano para separar el grano útil de la paja inútil. Usan lo malo para sacar limpio lo bueno.

En las palabras del profeta notamos la promesa de Dios: "Su Dios le enseña y le instruye en cuanto a lo que es correcto: que el eneldo no se trilla con el trillo, ni sobre el comino se hace rodar la rueda de la carreta; sino que el eneldo se golpea con un palo, y el comino con una vara. Por cierto, no se muele el grano indefinidamente, ni se lo trilla sin fin. Pero haciendo pasar la rueda de la carreta, lo esparce y no lo tritura. También esto procede de Jehová de los Ejércitos, maravilloso en designios y grande en logros" (Isaías 28:26-29). 
Dios ha prometido no pasar la rueda de molino sobre los débiles, a ellos los trillará. Cada instrumento de limpieza se aplicará en proporción a la fortaleza de cada quien. Veamos el proceso del arroz: primero se sacude con un palo, luego que el grano es cáscara se separa de la paja, se introduce en la rueda de molino, se extrae el grano limpio y por último se pasa por fuego antes de ser servido como alimento en la mesa.

Como dijera un mártir de siglos pasados: "Yo soy grano del granero de Dios; por tanto, debo pasar por su aventador, después por entre las piedras del molino, y de ahí al caliente horno, antes de ser pan para Cristo".
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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