lunes, 4 de octubre de 2010

Meditación del 4 de Octubre

"A lo suyo vino, pero los suyos no le recibieron" (Juan 1:11).

Jesús no tuvo el respeto y valor que justamente debió recibir. Y por cierto que es algo muy miserable ser despreciado por quienes uno intenta hacerles bien. No le dieron respeto ni como profeta, ni siquiera como alguien que debía ser valorado por ser muy religioso. 
Fue considerado bajo y digno de ser despreciado: "No le recibieron".

Todos le reconocieron, menos el hombre. 
Los ángeles en Su nacimiento: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz entre los hombres de buena voluntad!" (Lucas 2:14)
El viento y el mar le obedecían: "Los hombres se maravillaron y decían: ¿Qué clase de hombre es este, que hasta los vientos y el mar le obedecen?" (Mateo 8:27)
Cuando estuvo en el desierto las fieras no se atrevieron a tocarle: "Estuvo en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba con las fieras, y los ángeles le servían" (Marcos 1:13)
Los demonios que poseyeron aquel hombre testificaron de Su honra: "Cuando vió a Jesús, exclamó, se postró delante de él y dijo a gran voz: ¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!" (Luc.8:28)

Los gobernantes de Jerusalén trataron con más honra a Juan el Bautista que a Jesús, aunque Juan nunca hizo milagros ni enseñó con la autoridad que Jesús lo hizo. Para interrogar al Señor no enviaron una delegación distinguida como hicieron con Juan, sino que simplemente enviaron a preguntarle si era el Mesías o no: "Este es el testimonio de Juan cuando los judíos le enviaron de Jerusalén unos sacerdotes y levitas para preguntarle" (Juan 1:19)
Juan fue hijo de sacerdotes, familia distinguida en Israel. Jesús fue hijo de carpintero.

No sólo prefirieron a Juan antes que a El, sino peor, a un maleante como Barrabás: "Entonces todos gritaron de nuevo diciendo: ¡No a éste, sino a Barrabás! Y Barrabás era un asaltante" (Juan 18:40). Preferirían a cualquiera antes que a Jesús. Tuvieron muy poca estima de Cristo, si es que tuvieron alguna, para agravación de su culpa: "Vosotros negasteis al Santo y Justo; pedisteis que se os diese un hombre asesino" (Hechos 3:14)
El peor de los hombres fue más digno que Cristo a los ojos de sus contemporáneos. En sus pensamientos y palabras fue menospreciado a grados muy bajos, como alguien repugnante, le respondían con palabras ofensivas y sin razón: "Respondieron los judíos y le dijeron: ¿No decimos bien nosotros que tu eres samaritano y que tienes demonio?" (Juan 8:48)
No había en aquel tiempo insulto más hiriente que decirle a alguien samaritano y endemoniado, traficante de drogas es decente en comparación, en aquella sociedad. 
Para Cristo las ofensas fueron mucho más fuertes porque conocía el corazón humano y veía la tirria con que decían. Además de que sus sentidos eran más despiertos que los demás hombres, causándole más impresión que a otros. Se trataba de un hombre que tan pronto como nació empezó a ser perseguido. 
La condición de Cristo fue la más miserable que ha habido en este mundo: "Como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado y no lo estimamos".

Esto nos hace ver la diferencia entre el hombre carnal y el pueblo de Dios. 
El incrédulo prefiere tener su porción en esta vida que en el Paraíso. Para ellos el domingo es día de fiesta. Para el hijo de Dios es el día de adorar al Señor.  Los profanos se dedican a profanación. Tú, como creyente, sé diferente: estima y valora comunión con Cristo. Sintoniza tu corazón con el profeta:
"En gran manera me gozaré en Jehová; mi alma se alegrará en mi Dios. Porque me ha vestido con vestiduras de salvación" (Isaías 61:10).

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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