sábado, 23 de octubre de 2010

Meditación del 23 de Octubre

"Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandearos como a trigo" (Lucas 22:31).

Cuando un cristiano es tentado, una pobre alma ha sido llevada al campo de batalla a pelear un duelo contra Satanás. Pedro ni siquiera sabía que iba a ser tentado pero le fue comunicado por el Señor para que entendiera que no estaba solo y que El pelearía por Pedro.

Todas las tentaciones son solicitadas por un espíritu cruel e inmundo e incluso cuando el hombre no sea consciente ni mucho menos esté de acuerdo con tal petición, sufrirá. Una mujer casta y buena considerará como gran aflicción el hecho de ser violada; sufrirá, y aun cuando fue forzada, siempre le será motivo de tristeza. Cuando un verdadero creyente es tentado al mal, aunque no tenga su voluntad en ello, sufrirá.
Por eso es muy saludable que en nuestras oraciones nunca falte aquella petición que el Señor nos ha enseñado, que pidamos y roguemos a Dios que no nos meta en tentación, o no nos deje caer en ellas.

Ninguno se hace consciente de que va a ser tentado. El enemigo lo solicita y se le concede, sigamos entonces la exhortación que nos da el Espíritu cuando nos dice: "Velad, y orad para que no entréis en tentación” (
Mateo 26:41). Velar debe entenderse como diligencia en nuestra vida espiritual, orar muestra dependencia de Dios pues sin El nada podemos hacer, mucho menos vencer.
Cuando vencemos tentaciones Dios se glorifica, porque mediante este triunfo el Señor manifiesta Su poder: nosotros como Sus criaturas venimos a ser instrumentos de Su poderío, como un soldado lo es del ejército al que pertenece. 

Las tentaciones son mayores cuando tocan alma y cuerpo, la aflicción es mayor. Si en una pareja de esposos el marido enferma y la esposa sana o viceversa, no será tan malo como cuando ambos están enfermos.
Así, cuando alma y cuerpo son tentados, el dolor es muy grande y la tristeza es mayor. Pues a veces el cuerpo ha sido atacado pero no el espíritu, y con su fortaleza el espíritu entonces respalda y mantiene el cuerpo en lucha.
"Y para que las grandezas de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no enaltezca sobremanera" (2Corintios 12:7).
El consuelo del Espíritu Santo fue derramado sobre el hombre interior del apóstol, quien lleno de gozo se mantuvo en actitud firme. 
Roguemos al Señor, que nos enseñe a cultivar buenos pensamientos de El y a esperar pacientemente en Su misericordia.
Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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