sábado, 4 de diciembre de 2010

Meditación del 4 de diciembre

“Cuando anochecía, se acercaron a él sus discípulos, diciendo: El lugar es desierto, y la hora ya pasada; despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer. Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse; dadles vosotros de comer. Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.” (Mateo 14:15-17).

Como si hubiesen dicho "estamos para enseñar doctrinas, no para llenar estómagos." Reacción propia de los discípulos pues sólo Cristo podía sanar y alimentar las multitudes. Miremos el ambiente: “El lugar es desierto, y la hora ya pasada”. No cabe duda que el Señor escogió este ambiente como el más apropiado para hacer este milagro. Usualmente es así con El, prepara el ambiente para favorecernos y nuestras almas queden impresionadas con Su poder y misericordia.

La situación puso presión sobre los discípulos. Hora de recogerse y no había donde comprar comida. Sólo podían esperar en Dios. La mano de la misericordia es con el necesitado, aquí los llevó a una situación de necesidad sin posibilidad de provisión. Fue al final del día, cuando el hambre azota y el corazón se abre para recibir con agrado. 
La multitud tuvo entusiasmo en seguirles pero se habían olvidado de la comida. Difícilmente un hombre saludable podría olvidar su estomago, en pocas horas no podrá ignorar el pedido de pan.

Los discípulos conocían sus propias debilidades y pidieron que “Despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer”. 
Tuvieron fuerte sensibilidad pero una fe débil. Pensaron en la necesidad ajena y cómo resolverla, pero no pensaron que Cristo pudiera hacerlo, ni siquiera pasó por sus mentes tal posibilidad.
Lo habían visto sanar toda enfermedad pero no pensaron que fuese capaz de darles de comer: “Despide a la multitud.” Así somos, listos para tomar el camino más obvio, menos de acuerdo con la voluntad de Dios. Cuán ciegos somos. Qué buena cosa sería aprender a confiar en las disposiciones de la sabiduría y misericordia divina.

El Señor les dio extraña respuesta: “Jesús les dijo: No tienen necesidad de irse” (v.16). Esto es, no hay razón alguna para pedirles que se vayan. Los discípulos no entendieron. Su siguiente mandamiento fue más sorprendente: “Dadles vosotros de comer”, la orden pudo haberles parecido irracional. 
Como si la responsabilidad de alimentarlos fuese de ellos y no Suya. 
Los caminos de Dios son muchas veces misteriosos, pero siempre compasivos. Habrá ocasiones cuando el Señor nos pida hacer lo que no podemos, con el propósito de que humildemente nos sometamos, favorecernos, y finalmente crezca nuestra dependencia de El, que luego nada nos falte. 
Como hace la mamá con el bebé, lo llama, él no puede caminar, trata, abre los brazos y finalmente ella lo carga en sus brazos. 

Para aprender a depender de Dios es necesario tener antes convicción de nuestra debilidad. Ante el mandamiento que les dio el Señor, los discípulos confesaron su insuficiencia: “Y ellos dijeron: No tenemos aquí sino cinco panes y dos peces.” 
Hay aquí una gran enseñanza, y es la siguiente: En el Evangelio los mandamientos del Señor vienen acompañados de Su poder, para que podamos hacerlo. En otro lugar lo dice así: “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20).

Estos hombres pasaron el día entero tras los pasos de Jesús y fue al anochecer cuando fueron atendidos. Se esforzaron, pero no fue en vano, regresaron satisfechos. Si buscas el favor de Jesús con sinceridad, de seguro que hallarás descanso y paz para tu alma. 
Jesús da mucho más de lo que podemos recibir, total satisfacción. No decimos que siempre hay que esperar mucho, lo que afirmamos es que quienes esperan en El recibirán. 
En el peor de los casos la espera pudiera ser larga, pero la respuesta será segura. Siempre serás atendido.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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