sábado, 11 de diciembre de 2010

Meditación del 11 de diciembre

“Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda" (Mateo 20:20).

El Señor Jesús les había dicho a todos ellos lo que sucedería en breve. Leemos: “He aquí, subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte. Le entregarán a los gentiles para que se burlen de él, le azoten y le crucifiquen; pero al tercer día resucitará” (v.18-19). Lo que  la madre oyó de los labios de Jesús fue la maldición de Sus sufrimientos y muerte. En respuesta ella ahora habla de Su gloria, es decir muestra fe. 
Oye de Su cruz, ella ve una corona: “Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo. El le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Ordena que en tu reino se sienten estos dos hijos míos, el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda“(v.20). 

Si ella hubiese visto a Herodes extender su cetro de poder a disposición de Jesús, y los principales gobernantes de Israel vinieran humillados a los pies de Cristo, o aquella sociedad sumisa bajo el gobierno del Hijo de Dios, lo propio era pensar en un reino. Pero en cambio ella oyó de traición, burlas, maltratos y muerte y sin embargo no dio mente a tal cosa. 
El cuadro de esta buena mujer argumenta que la creencia de su corazón era capaz de triunfar sobre toda adversidad: “Es, pues, la fe la constancia de las cosas que se esperan y la comprobación de los hechos que no se ven” (Hebreos 11:1).

La madre no dudó lo que el Señor Jesús ha predicho hace unos instantes, creyó en que lo iban a matar; lo creyó, y también creyó que la instauración del reino sería después de la resurrección. 
Su hablar testifica que su bien futuro dependía del poder de Jesús. 
No contaba con ninguna otra cosa que no fuese el favor de Cristo. 

Contrastando entre esta mujer y los apóstoles, mire este cuadro: “A éstos también se presentó vivo, después de haber padecido, con muchas pruebas convincentes. Durante cuarenta días se hacía visible a ellos y les hablaba acerca del reino de Dios… Por tanto, los que estaban reunidos le preguntaban diciendo: Señor, ¿restituirás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:3,6). Vieron la realidad del Reino después de Su resurrección. Ella lo vio mucho antes. Es digno de maravilla y del mayor elogio que una simple mujer pudiese ver resurrección y gloria futura a través de la muerte y pasión de Cristo. Para ella la muerte no podía impedir que Cristo reinase.

Su caso es semejante al ladrón que a la hora de la muerte se fortaleció en esperanza: “Y le dijo: Jesús, acuérdate de mí cuando vengas en tu reino” (Lucas 23:42). En el momento más débil del Señor Jesús le vió poderoso, capaz de vencer la muerte y salvarlo. 
Oír a un hombre sano y próspero proclamar de su gratitud y confianza en Dios no será de tanto valor. Pero si en el extremo de su debilidad puede creer en esperanza, sería mucho más noble. La fe tiene mucho más valor cuando se manifiesta en el momento en que las dificultades son mayores.

Hermano, ¿Qué ves en el Cristianismo? Es posible que veas debilidad, problemas aparentes, fracasos, actividad que se opone a tus planes terrenales, pero te invito a ver tu futuro -no en las cosas que están pasando a tu alrededor y las que se anuncian peores- sino en lo que Dios ha prometido en Cristo Jesús: “Considero que los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada” (
Romanos 8:18). 
No ignoro que quizás tu presente circunstancia sea miserable: en religión mucha confusión, en salud peligro de enfermedad -si no es que ya estás enfermo-, en lo económico necesidad, el dinero no alcanza, en lo político ni mencionar de tantos engaños. 
Será tu sabiduría no detener tu vista en cosas como así sino en lo que Cristo tiene para ti detrás, oye la Palabra de tu Dios: “Considera al íntegro, y mira al justo; porque hay un final dichosos para el hombre de paz” (Salmo 37:37)
Medita qué es la vida cristiana, tu vida cristiana, porque el esplendor de vida que buscas no está aquí sino en el otro mundo.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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