miércoles, 1 de diciembre de 2010

Meditación del 1 de diciembre

“Al oír esto Herodes, dijo: Este es Juan, el que yo decapité, que ha resucitado de los muertos” (Marcos 6:16).

La Biblia enseña que dentro de cada uno de nosotros hay un espía de parte de la conciencia, aquí habla a Herodes. Herodes había sido cruel y de injusta violencia contra un hombre inocente, y ahora piensa que el fantasma de Juan el Bautista lo persigue. Juan sólo le había reprendido, no había hecho milagros, pero Herodes piensa que vino del otro mundo con grandes poderes. El miedo se apoderó del rey. 
Si Juan podía darse vida a si mismo después de muerto, de seguro que puede quitar la de Herodes. Pensó "no tengo escapatoria, ahora el profeta es inmortal y puede tomar venganza contra mí."

Cuando un malvado comete asesinato, no necesita más torturador que su  conciencia. Podía hacer fiestas, pero su pecado vendría como caminante invisible, iría con él dondequiera que fuese. En medio de disfrutes le amargaría, se le esfumaría el gozo como vapor de agua. 
Mientras más culpable sea la conciencia, más difícil será al hombre retener alegría. ¿Cómo supieron los apóstoles esta historia si no estaban allí cuando Herodes lo dijo? Porque las angustias del rey fueron tan fuertes que llegaron a ser de conocimiento público, el tormento de su conciencia por “Cuando viniere como una destrucción lo que teméis, Y vuestra calamidad llegare como un torbellino” (Proverbios 1:27).

La causa del encarcelamiento de Juan el Bautista y su posterior ejecución fueron porque le dijo a un pecador su mal proceder, habló en nombre de Dios. 
Juan fue muy despreciado, hasta la muerte, pero muy glorificado, lo que Cristo dijo de El no lo ha dicho de otro profeta. 

La aplicación a ti como creyente es esta: son muy consoladores y gloriosos los sufrimientos en el camino del deber cristiano. 
Cuando vengan a ti desprecios, burlas o injurias por ser cristiano, gózate, santos mayores sufrieron peor. En tal caso estarías siguiendo la senda que ellos empezaron hace siglos, que eres uno más de los embajadores de Cristo en cadenas. El buen ejemplo de Juan refuerce tu paciencia. 
Sabe esto: para formar el carácter de hombre bueno, justo y fiel, es necesario estar en aflicción y duro trabajo del alma.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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