martes, 14 de diciembre de 2010

Meditación del 14 de diciembre

"Porque las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron; y han conocido que verdaderamente salí de ti, y han creído que tú me enviaste" (Juan 17:8).
 
Puede haber conocimiento que nos llega por medio de sermones o libros que en verdad brilla mucho en la mente, pero con luz débil y borrosa. Porque brilla con la luz de otros hombres: "Ellos decían a la mujer: Ya no creemos a causa de la palabra tuya, porque nosotros mismos hemos oído y sabemos que verdaderamente este es el Salvador del mundo" (
Juan 4:42). Hay enseñanza de los hombres y hay enseñanza de Dios usando a los hombres como simple instrumento.

La luz del Espíritu es de otro material. La humana no se haya escrita en el corazón como la de Dios, sino solo reportada al oído: "Pondré mis leyes en la mente de ellos y en sus corazones las inscribiré" (
Hebreos 8:10). La verdad está escrita por el dedo del Espíritu, la otra es reportada por los hombres. 
No es lo mismo ver a Dios y las cosas de Dios en la luz del Espíritu, que verlo por el reporte de los hombres. Hay gran diferencia en conocer países por  mapas y libros que conocerlos por propia experiencia. 

Luz transformadora. Es luz verdadera la que sujeta nuestras codicias y purifica el corazón; el conocimiento del incrédulo es luz, pero sin fuego; puede dirigir, pero no persuade a la obediencia sincera: "En esto sabemos que nosotros le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. El que dice: Yo le conozco y no guarda sus mandamientos es mentiroso, y la verdad no esta en él" (1Juan 2:3-4). Luz que no trasforma es mera inactividad. En el Paraiso hubo un árbol de vida y uno de conocimiento, muchos prueban el árbol del conocimiento pero no el de vida.

Recibir. Lo próximo en cuanto a la naturaleza de la fe es recibir: "Las palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron". Incredulidad es rechazar el consejo de la palabra mientras que fe es tomarlo: "Así que los que recibieron su palabra fueron bautizados" (
Hechos 2:41). Tomaron el consejo del bautismo porque creyeron de corazón. 
La fe puede ser descrita en relación a este acto como un impulso del corazón, iniciado por el Espíritu, para recibir toda la palabra de Dios. 
Ahora bien, recibir es una palabra relativa ya que supone una oferta. Dios ofrece de Su parte y nosotros recibimos de la nuestra. A manera de un pacto o contrato, en el pacto de la gracia Cristo ofrece remisión de pecado y todas las bendiciones del Evangelio y nosotros respondemos bajo la condición de fe y arrepentimiento. 
En este recibir debemos estar seguros que se trata de la Palabra de Dios y que El trata con nosotros a manera de pacto, no de contrato, porque en un contrato las partes pueden ser representadas por otro. Dios tiende Su pacto por el ministerio del hombre: "Por esta razón, nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibisteis la palabra de Dios que oísteis de parte nuestra, la aceptasteis, no como palabra de hombres, sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en vosotros los que creéis" (1Tesalonicenses 2:13).
 
Es error común incluso entre personas que profesan ser Cristianos pensar que se pueden recibir las promesas y despreciar los preceptos, como si nada fuera necesario para la salvación sino solo decir que mis pecados fueron perdonados en Cristo. 
El Evangelio no solo tiene promesas, sino también mandamientos, condiciones y artículos del pacto. Todo el Evangelio debe ser recibido de todo corazón

La fe no se limita a los actos del entendimiento. Felipe puso a prueba al eunuco: "Comenzando desde esta Escritura, le anunció el Evangelio de Jesús. Mientras iban por el camino, llegaron a donde había agua, y el eunuco dijo: He aquí hay agua. ¿Que impide que yo sea bautizado? Felipe dijo: Si crees con todo tu corazón, es posible. Y respondiendo, dijo: Creo que Jesús, el Cristo, es el Hijo de Dios" (Hechos 8:35-37). 
El Señor nos pide todo el corazón en amor, y espera todo el corazón en fe. Esto implica confiarle todo el ser y depender enteramente de El, ejercitarnos en esto es relativamente fácil cuando las cosas nos están saliendo bien; la dificultad se acentúa cuando hay oposición, adversidad y sufrimientos, mire este texto, el cual nos puede dar una idea del asunto: "Por la fe y la paciencia se heredan las promesas" (Hebreos 6:12). Primero hacer y luego sufrir la voluntad de Dios.

Por tanto, recibir a Cristo con todo el corazón es recibirle como el Salvador todo suficiente, y esto sucede cuando nuestras facultades encuentran contentamiento en El, que El es bueno para todo, no solo como médico del alma sino también como el Amado: "¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra" (Salmo 73:25).
La gracia de la fe consiste en eso: Conocer y recibir.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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