lunes, 29 de noviembre de 2010

Meditación del 29 de noviembre

“Aunque la higuera no florezca ni en las vides haya fruto, aunque falte el producto del olivo y los labrados no den mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas en los corrales; con todo, yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación" (Habacuc 3:17-18).

En tiempos donde veamos la aproximación u ocurrencia de calamidad pública, la respuesta de un alma creyente es ejercitar la fe: "Con todo, yo me alegraré en Jehová y me gozaré en el Dios de mi salvación" (v.18). 
Tal es el significado de este pasaje. A Noé, por ejemplo, se le anunció la venida de una calamidad universal, y su reacción fue temor reverente, se esforzó en trabajar para su salvación y de su familia. 
La seguridad carnal se ausenta, el vivir por fe se hace más difícil de lo habitual incluso cuando la persona sea creyente. Ahora tenemos más razón para temer más los juicios de Dios y las calamidades. 
Donde la fe reina sobre el corazón con temor reverente, es cuando el individuo se preparará a lo que viene. Las calamidades abrirán ojos de fe para ver la santidad de Dios.

Frente a una calamidad, el estado del corazón creyente debiera estar sintonizado en el ejercicio de fe en Dios. Es cierto que cuando el río suena es porque trae agua. 
El sonido llega primero y nuestros ojos esperan luego ver la corriente de agua. 
De manera semejante obra la fe con la calamidad, hace poner los ojos de fe en espera de ver la santidad divina. Cuando se ejercita la fe una cosa sigue a la otra. 
Veamos esto en el profeta Habacuc: "Observad entre las naciones y mirad. Quedaos asombrados y atónitos, porque yo haré en vuestros días algo que aun si se os contase, no lo creeríais… Luego pasará como el huracán" (Habacuc 1:5,11). Esto es, que viene gran mal sobre el pueblo. Vió calamidad publica pero a seguidas vió también la santidad divina: "Eres demasiado limpio como para mirar el mal; tú no puedes ver el agravio" (1:13). En un ojo de fe una cosa sigue la otra. 
Y si no es así, entonces debes ejercitar tu fe para verlo. Si oyes cacarear la gallina, vas al nido pero no encuentras el huevo, tu obra es no descansar hasta encontrar donde lo puso. Lo normal es que el creyente tan pronto vea calamidad, vea también la santidad. Pero si no, no descansar hasta que la visión sea la santidad divina.

"En aquel día los hombres arrojarán a los topos y a los murciélagos sus ídolos de plata y sus ídolos de oro que habían hecho para adorarlos, a fin de meterse en las grietas de las rocas y en las hendiduras de las peñas, a causa de la temible presencia de Jehová y del esplendor de su majestad, cuando Jehová se levante para hacer temblar la tierra" (Isaías 2:20-21). 
Cuando el corazón tiene la luz de la fe en Cristo, veremos la gloria de Dios actuando en los juicios o calamidades públicas. Tal visión producirá humillación o abatimiento en el alma, la grandeza del poder de Dios y Su terrible majestad se hará presente en nuestros pensamientos.
El orden es juicio y después manifestación de Su santidad. Otro caso: "Oh Señor, ¿quién no temerá y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo. Todas las naciones vendrán y adorarán delante de ti; porque tus juicios han sido manifestados" (Apocalipsis 15:4).
¿Por qué? Porque tus juicios han sido manifestados.

Las calamidades abrirán tus ojos de fe para ver la santidad de Dios.

Amén.
P.Oscar Arocha; www.ibgracia.org

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