Para que la educación sea cristiana no es suficiente tomar los programas escolares, rociarlos con oraciones e incluir clases de Biblia y después proclamar que el resultado es "cristiano."
La educación secular coloca al hombre como el centro de todas las cosas. La educación cristiana coloca a Dios.
No hay posturas neutras. Cada hecho, cada verdad, se entiende o se enseña a la luz de un cierto punto de vista. Significa que Historia, Arte, Música, Matemáticas, etc., se entiendan y se enseñen bajo la óptica de la existencia de Dios y Su revelación en Su Hijo.
Es fundamental que la visión del hombre y su naturaleza se apoye bíblicamente, que nosotros -padres- veamos a nuestros hijos bajo perspectivas bíblicas adecuadas, tener ojos espirituales y sobre todo que la gracia de Dios anide en el corazón y se manifieste en la vida diaria.
Cuando se tolera hipocresía, el punto de vista cristiano se convierte en ortodoxia muerta.
Si enseñamos visión cristiana, vivamos de acuerdo a la verdad proclamada. A menos que estemos dispuestos a estimular, alentar, amonestar, instruir, reprender, corregir, en el Señor, las cosas no sucederán por sí solas.
Tenemos la responsabilidad de sembrar y echar agua, y de reconocer que el crecimiento solamente proviene de Dios. Educación, por sí misma, no perfecciona a nadie. Caer en este tipo de error conduce al fariseísmo. Solamente las buenas nuevas que Dios nos ofrece en Cristo proporcionarán los principios de vida que necesitamos para volver el corazón de nuestros hijos a Dios. Buena instrucción apoyada y edificada sobre el Evangelio, que Cristo murió por nosotros -pecadores- y resucitó al tercer día, producirá mentes cristianas racionales y vidas santificadas que den gloria a nuestro Señor.
Como padres, nuestra meta es ser instrumentos de Dios para traer cada hijo nuestro a los pies de Cristo. Entonces, y solo entonces, podremos integrar el resto de educación que proveamos.
domingo, 6 de marzo de 2011
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