“Más no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén. Viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma? ” (Lucas 9:54).
Es cierto que Elías bajó fuego del cielo, pero fue para quemar su holocausto, no para consumir a posibles creyentes. Juan -futuro apóstol del amor- y Jacobo no se percataron ni habían entendido que estaban siendo entrenados, no para quemar gente, sino para luego venir y predicar el Evangelio con fines de salvar, no destruir.
El punto es la debilidad incluso de grandes apóstoles. Así que no te desanimes de seguir tras Jesús a pesar de tus debilidades espirituales.
Es cierto que fueron impacientes e intolerantes con la debilidad ajena, sin embargo actuaron como verdaderos discípulos ya que no se limitaron a pedir fuego sobre los samaritanos, sino que preguntaron al Maestro.
La pregunta fue inmisericorde, pero consultaron.
Es cierto que Jesús tenía poder para mandar sobre cielos y tierra, pero limitado a libertar las almas del pecado, no para tanto. Un verdadero discípulo de Cristo es como el automóvil que va sólo donde el conductor lo dirija. Es como si ellos hubiesen preguntado: ¿Debemos dirigir el carro hacia allá?
¿Dónde reside su falta? Fue doble, presumidos, y deseos de venganza personal. Su arrogancia en que no preguntaron si la moción era de Su agrado, sino que lo dieron como un hecho. Esto es soberbia o arrogancia. Pidieron permiso y eso es correcto, pero sin la voluntad el Señor consideraron correcto enviar fuego.
El hecho de preguntar deja entrever como si pensaran que Jesús lo aprobaría, una ofensa contra el santo carácter del Señor. Se hicieron crueles y vengativos. Su celo no era de elogio, sino de censura. Pidieron igual trato que contra sodomitas, cuando en este caso la falta había sido simple descortesía.
Volvamos a leer: “Más no le recibieron, porque su aspecto era como de ir a Jerusalén” (v53). Es muy probable que si Jesús hubiese venido como simple hombre y vestido para ir a Jerusalén le habrían recibido, pero no le recibieron porque se dirigía hacia la fiesta en Jerusalén, de modo que el rechazo no fue a Su Persona, sino a su nación, quizás por el maltrato que los samaritanos habían recibido de los judíos en el pasado.
No hubo rechazo de hijo de Dios, ni blasfemia, ni injurias, ni asaltos, ni persecución ni opresión. Todo se reduce a esto: “no le recibieron”.
¿Merecían ser arrasados con fuego de la faz de la tierra? De ninguna manera. Oigamos lo que Jesús había dicho que se aplicara: “Y dondequiera que no os recibieren, salid de aquella ciudad, y sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos” (9:5). Y eso pronunciado sólo cuando fuesen rechazados como predicadores del Evangelio. Pero aquí se trata de simples viajeros a quienes les han negado hospitalidad.
Cuando corresponda, pues, hacer juicio en nombre del Señor, no vayamos más allá de lo que El mismo ha establecido en Su Palabra. No pongamos la misma medida a las ofensas contra el Señor, hay grados.
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
No hay comentarios.:
Publicar un comentario