miércoles, 2 de marzo de 2011

Meditación del 2 de Marzo

“Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos, y su corazón no era perfecto con Jehová su Dios, como el corazón de su padre David” (1 Reyes 11:3).
 
Algunos piensan que a medida que se tienen más tiempo en el Evangelio será más fácil controlar al pecado, pero el caso de Salomón ilustra que no siempre es así. La edad no tiene poder contra el mal.

La preservación del alma depende de la gracia de Dios y el cultivo de dominio propio en uno. Más aun, quienes pretendan descansar su alma en su propio poder natural, tal como Salomón en este tiempo, terminarán en apostasía si no recapacitan a tiempo. 
La razón es sencilla: No hay en el hombre poder espiritual que pueda sostenerlo contra los malos deseos." Como señala Pablo: “No tienen valor alguno contra los apetitos de la carne”. Salomón se apoyó en su propio poder natural; tomó una mujer, después otra, y así poco a poco, hasta el descalabro. Y esa es parte de las lecciones que aprendemos de la vida de Salomón. Que nos cuidemos de lo que se descuidó. No puso control a los deseos naturales.

Mientras joven fue estudioso e inocente, pero cuando vino la vejez fue libertino y mal gobernado: “Y cuando Salomón era ya viejo, sus mujeres inclinaron su corazón tras dioses ajenos.” Su primavera fue tan prometedora, con lindas flores, su verano de abundante frutos, y ahora en su otoño un viejo depravado e idólatra. Al ver este cuadro concluimos con la fuerza que da la verdad de la Biblia: No hay tiempo donde el creyente pueda estar seguro contra el pecado mientras habite su cuerpo mortal. 
La juventud, con deseos impetuosos o difíciles de gobernar; la madurez, obstinada; la vejez, débil. Todas las edades son espiritualmente peligrosas. 
Nadie diga: "Ya pasé mi juventud, ahora tendré tiempos de paz". Como dicen por ahí: “Comenzar bien, no asegura finalizar bien” (no escupas para arriba). 

Sólo andando en los caminos de Dios podremos ser sostenidos: “Porque separados de mí nada podéis hacer” (Juan 15:5).  

Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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