¿Es imposición lo que los padres tratan de enseñar a sus hijos? ¿Atenta contra la personalidad de los retoños? ¿Será una rémora en su desarrollo?
Estas y otras preguntas semejantes se las formulan muchas familias al socaire de las modernas tendencias pedagógicas actuales. Respondiendo a esta mentalidad, formulada por un profesor en un periódico, alguien que firmaba simplemente "Una Madre" escribió al mismo periódico lo siguiente:
CARTA DE UNA MADRE
Paso a mencionarle algunas de las más flagrantes violencias e imposiciones que han sufrido mis vástagos:
- cuando han nacido mis hijos, no les he dejado decidir su sexo, ni tampoco el tamaño ni el color de sus ojos y pelo;
- cuando los he alimentado, no les he preguntado qué marca de leche ni que clase de papilla querían;
- cuando han tenido la edad, no han podido decidir si quedarse en casa conmigo o ir al jardín de infancia;
- cuando han enfermado, no han podido elegir médico ni tratamiento acorde con sus preferencias;
- cuando han debido ir a la escuela primaria, no les he mostrado todas las posibles para su elección.
Hay también otras facetas en las que no han elegido:
- les he dado mi sangre y mi vida sin consultarles;
- les he dado mi corazón sin consultarles;
- les he dado noches sin dormir y días de dolor sin consultarles;
- les he dado mis privaciones, mis esfuerzos y mis ilusiones sin consultarles.
Y continuaré sirviéndoles en lo que pueda, sin consultarles.
Creo que, en cuestiones de amor, no se funciona por consultas populares ni decisión de la mayoría.
Y mal podrán ser útiles a la sociedad los que no saben amar.
Una Madre.
(de un recorte de La Vanguardia, 25-12-77).
El paso de los años no ha hecho perder actualidad a esta carta. La madre tiene razón: el amor toma la iniciativa siempre. Se anticipa constantemente a las necesidades del ser amado.
Este ha sido siempre el método de Dios. "Con amor eterno te he amado" -le dice Dios a Su pueblo, aún más, desde toda la eternidad, desde antes de la fundación del mundo.
La bondad del Creador convertido en Salvador responde a un plan amoroso de buena voluntad hacia los pecadores, un plan sobre el cual no fuimos consultados sino solamente beneficiados, bendecidos, salvados y transformados.
Porque el amor se anticipa, obsequia y se goza en el amado.
"De su plenitud -de la plenitud de Cristo- tomamos todos, y gracia sobre gracia."
¿Has tomado tu parte?
¿Te has sumergido ya en el amor que Dios te brinda en Cristo Jesús?
José Grau, España
1997
jueves, 10 de marzo de 2011
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