“Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación.” (Hebreos 5:8).
Maestra del Señor Jesús en Su ministerio terrenal fue la paciencia, la cual alimentó su experiencia, sintió la adversidad y agregó sentido espiritual a su fe y discernimiento.
El corazón de Cristo fue un océano de amor por los hombres; no obstante le fue necesario aprender misericordia y compasión por nosotros en una manera experimental. Es decir que no es posible perfección o madurez espiritual sin la compañía del tiempo, o más específicamente de la experiencia. Los sentidos espirituales, no los corporales, maduran con el vivir cristiano y en particular con el sufrir por amor a la verdad, el amor por el Evangelio: “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos… Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:10,18).
Dios educaría a Su Hijo en todas las facultades y lecciones de un ser humano, pasó por el camino del conocimiento experimental hasta la perfección.
El conocimiento espiritual o discernimiento se perfecciona con la experiencia.
Los sentidos espirituales han de ejercitarse para estar en capacidad de aprobar lo mejor y crecer en santificación de vida.
El discernimiento no es un don sino un arte espiritual, ser diestro depende del ejercicio o práctica. Tal como médicos, pintores y otros, donde su talento depende del conocimiento experimental así como del intelectual. Así el creyente maduro en la fe. Es algo que se practica, nótese: “Ejercítate para la piedad” (1Timoteo 4:7).
Esto es, consigue destreza tal como hacen los estudiantes con sus lecciones. Para adquirir discernimiento como hombre o mujer creyente es necesario que nuestros sentidos espirituales sean ejercitados.
La destreza de un ebanista crece a medida que trabaja con cuidado la madera. Entre los artesanos suele haber tres grados, el aprendiz, el ebanista y el maestro. Tal escalafón depende de la experiencia.
La destreza de un ebanista crece a medida que trabaja con cuidado la madera. Entre los artesanos suele haber tres grados, el aprendiz, el ebanista y el maestro. Tal escalafón depende de la experiencia.
De manera semejante ocurre en la vida cristiana, de ahí la oración de Pablo: “Y esto pido en oración, que vuestro amor abunde aun más y más en conocimiento verdadero y en todo discernimiento” (Filipenses 1:9).
Comentando esta oración Thomas Goodwin dice: "Que en el camino de la piedad seamos llevados a toda clase de pruebas de gracia y veamos el cumplimiento de las promesas de Dios. Y que así, habiendo sido probados o experimentados en todas esas conclusiones, seamos perfeccionados como cristianos en el conocimiento espiritual y en todo discernimiento o en todos los sentidos del alma creyente."
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org
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