viernes, 11 de marzo de 2011

Meditación del 11 de Marzo

“Más los varones que subieron con él, dijeron: No podremos subir contra aquel pueblo, porque es más fuerte que nosotros. Y hablaron mal entre los hijos de Israel, de la tierra que habían reconocido” (Números 13:32).

La incredulidad hace que los hombres actúen contrario. La sabiduría de los israelitas consistía en levantar bandera y marchar hacia la conquista de 
Canaán, en cambio se sentaron, lloraron de miedo y levantaron sus voces en quejas y murmuraciones. La vara de los egipcios nunca habría sido tan adecuada para todos ellos como ahora, al llorar como niños lo que debieron haber defendido como hombres. Si por algo debieron llorar era por su pecado de desconfianza en las promesas de Dios. Lloraron por miedo a enemigos imaginarios.

Moisés es colocado frente al dilema de perder el trabajo que le costó traerlos hasta aquí: “Entonces toda la congregación gritó, y dio voces; y el pueblo lloró aquella noche. Y se quejaron contra Moisés y contra Aarón todos los hijos de Israel; y les dijo toda la multitud: ¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto; o en este desierto ojalá muriéramos!” (14:1-2). El pueblo se volvió a Egipto en sus corazones y ahora en sus cuerpos se prepararon para emprender el regreso. 
La incredulidad también los llevó a la locura, pues quisieron morir por un simple miedo a la muerte. 
El incrédulo tiene su alma soldada a la idea de vivir una vida fácil y sin problemas. Es una locura pensar que Moisés les prometió un país de buenas tierras, que harían prosperidad fácil y que no tendrían dificultades. Su locura fue aun más lejos, ya que prefirieron confiar en las bondades de los egipcios que en la promesas de un Dios fiel. En lenguaje presente: prefieren al mundo antes que a Cristo.

Hermano, tu seguridad es hacer lo que Dios te mande, porque El mismo ha prometido protección. La humanidad gasta fortunas tratando de comprar seguridad del cuerpo y también del corazón, pero tristemente ignora que la verdadera y eficaz seguridad se encuentra en el camino del deber cristiano.
Procura no salirte de ese camino, cultivar dominio propio, ser justo en el trato con tu prójimo, y ser piadoso. Si te sales, por la misma puerta que salgas entrará el error mental. No te apoyes en tu propia inteligencia, aprende del error de estos israelitas. 

Cuarenta días de investigación incrédula les costó cuarenta años de  humillación. Recuerda que el mismo Señor que te mete en el campo de batalla es el mismo que ha prometido bendecirte. Sin olvidar que la vida es una vida de muchas privaciones -requiere esfuerzo- y trae no pocas aflicciones, pero al final tendrás vida eterna, felicidad completa y para siempre.
Dichoso el hombre que en Dios confía.
Amén.
P.Oscar Arocha,
www.ibgracia.org

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