lunes, 5 de enero de 2009

╬ 7. DISCIPLINA DEL SERVICIO ╬

Servicio no es una lista de cosas por hacer. Tampoco es un código de ética. Servicio es una forma de vida. Una cosa es actuar como siervo y otra muy diferente ser un siervo.

Está el servicio de guardar la reputación de otros, o de la “caridad”. Pablo enseña a “no hablar mal de nadie” (Tito 3:2). Podríamos envolver nuestra habladuría –difamación- en todas las capas de respetabilidad religiosa que queramos, pero seguirá siendo veneno.

Dominio de la lengua obrará maravillas en nuestro interior. 

Tampoco ser cómplices del hablar ligero de otros. Con firme gentileza, no permitas que otros difamen a terceros en tu presencia, enseña a que vayan directamente con la persona ofensora y resuelvan sus asuntos. Guardar la reputación de otros es servicio profundo, que perdurará largo tiempo.

Está el servicio de ser servido. Cuando Jesús lavó los pies de sus amados discípulos, Pedro lo rechazó. Nunca permitiría que su Maestro hiciera una labor tan baja para su beneficio. Parece humildad, pero no era más que orgullo disfrazado. Para Pedro, el servicio de Cristo chocaba con su concepto de autoridad: si Pedro fuera el Maestro, ¡nunca hubiera lavado los pies de los demás!

Es un acto de sumisión y de servicio permitir que otros nos sirvan. Es reconocer su “autoridad en el reino” sobre nosotros. Recibir con gracia, de gracia, sin sentir que debemos pagarlo. Aquellos que, en su orgullo, rechazan ser servidos, demuestran falta de sumisión al liderazgo establecido en el reino de Dios.

Está el servicio de la cortesía común. Somos llamados a “ser amables, mostrando toda mansedumbre para con todos los hombres” (Tito 3:2). Nunca menosprecies los rituales de la cortesía de cada cultura. Los misioneros saben esto muy bien. Algunos pensarán que actos de cortesía carecen de sentido o son hipócritas, pero esto es un mito. Toda cortesía es relevante en extremo.

Decir “gracias”, “por favor”, contestar RSVP, escribir cartas de apreciación, son servicios de cortesía. Los hechos específicos podrán variar según la cultura, pero su propósito será el mismo siempre: reconocer a otros y afirmar su valor.

 Está el servicio de la hospitalidad. Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones (1 Pedro 4:9). Pablo incluso estipula la hospitalidad como requisito para el pastorado (1 Timoteo 3:2; Tito 1:8). Algunas veces limitamos el servicio porque lo vemos muy complicado, o lo hacemos muy complicado. Pero ser hospitalario no es otra cosa que la oportunidad de estar juntos y compartir. Ojalá retomáramos la vieja idea de la “habitación de huéspedes” sencilla y limpia, de uso común, para transformarla según la necesidad.

CELEBRATION OF DISCIPLINE. The discipline of service. Richard J Foster

1 comentario:

Luis O. Arocha dijo...

Interesante, sobre todo como la aparente humildad de Pedro era orgullo disfrazado.