miércoles, 14 de enero de 2009

1. Puertas estrechas

ENCUENTRO CON RANDY

Una figura se acercaba con lentitud. Evangelista decidió esperar y lo saludó cordialmente, contento de hallar un viajero y poder conversar. Me contó luego que el hombre se llamaba Randy. “¿Hacia dónde va?” preguntó Evangelista.

“Mmm… a ningún lugar en especial. Donde haya mujeres, allá voy”.

-Oh, ¿por qué?

El hombre se rió. Y su risa parecía estar llena de burla y socarronería. “¿Vaya, por qué me preguntas por qué? ¿No sabes? Un hombre necesita un poco de vez en cuando”.

Evangelista respondió con seriedad: “¿Te refieres a fornicación?”

-“¡¿Fornicación?! ¡Lo dices como si fuera la peste! El sexo es normal y saludable”.

“Tienes razón –respondió Evangelista- el sexo es normal y saludable. Pero yo no te pregunté sobre el sexo, sino sobre fornicación”.

Randy se rió otra vez. “¿Ajá, y cuál es la diferencia?”.

 -“Fornicación es cuando no hay lazo matrimonial. Adulterio es cuando se viola el compromiso matrimonial. Pero la actividad sexual dentro de los límites del matrimonio es algo que Dios honra”.

“¡Dios! ¡Dios! ¿y qué tiene que ver Dios con el sexo?”

“Vaya -respondió Evangelista- es como si preguntaras qué tiene que ver Tomás Edison con los bombillos. Dios inventó el sexo. El fue quien lo diseñó”.

 -“¿Entonces por qué ustedes los cristianos se meten tanto con lo del sexo, eh? ¡Les encanta decir y opinar quién debe dormir con quién y quién no!”.

 Evangelista replicó: “Es una equivocación muy común creer que la oposición a la perversión de una cosa es lo mismo que oponerse a la cosa misma. Claro que esto es absurdo. Piensa: ¿si alguien quisiera pintarle bigotes a la Mona Lisa, sería un acto de vandalismo?”

 –Pues claro que sí, respondió Randy.

“¿Si tuvieras oportunidad, lo frenarías?” –¡por supuesto!- “¿Lo harías como amigo del arte o como enemigo del mismo?” –como amigo, claro, se impacientó Randy.

 “Pero supón que el vándalo te considerara a ti como enemigo de lo hermoso por haberlo frenado. ¿Qué le responderías?”.

Triunfante, Randy contestó: “no tendría que responderle; ¡la acusación es absurda!”.

 “Exacto. Absurdo es la palabra correcta. Y si entiendes el argumento, dejarás de acusar al cristiano de ser enemigo de aquello que desea proteger. La inmoralidad sexual destruye el regalo de Dios. La inmoralidad es vandalismo”.

 Randy explotó: “Si es así, ¿por qué ustedes los cristianos son tan hush-hush sobre el asunto? Si piensan que es tan maravilloso, ¿por qué no hablan de ello?”             

 “Es obvio que no conoces a muchos cristianos”, dijo Evangelista.

 “Ok, pero ustedes los religiosos son iguales todos; tienen envidia de los que pasamos un buen rato y en el fondo quisieran hacer lo mismo, pero no pueden por todas sus estúpidas reglas, así que nos las restriegan encima”. 

Evangelista sonrió esta vez, y negó con su cabeza al tiempo que hablaba: “no defenderé las reglas, no son mías sino de Dios; El las aplica y defiende según considere. En cuanto a tu acusación de envidia, te diré una cosa más: si veo a un hombre de 400 libras de peso en la calle, ten por seguro que no envidio para nada el placer adicional que haya tenido al comer; así, tampoco envidio el placer que tú hayas sentido en la cama”.

 “No puedo imaginar algo más aburrido, tener una sola mujer durante toda la vida. Es como comprar un disco y tocarlo una y otra y otra vez” –fueron las palabras de Randy.

De nuevo, Evangelista sonrió: “temo que tu analogía es falsa, no es como comprar un disco sino más bien un instrumento y aprender a tocarlo; si hay compromiso, el aburrimiento no será un peligro”.

 La risa de Randy ahora tenía tintes nerviosos, y lucía como desolado. “No puedo vivir como tú dices. Quiero vivir rodeado de bellas mujeres”. Esta vez quien se rió fue Evangelista:  “¿Entonces por qué gastas tu tiempo en mujeres que no lo son? Mi mujer, Compasión, es una hermosa mujer que nunca me ha avergonzado. De hecho, tendría vergüenza de involucrarme con alguien que estuviera dispuesta a ser usada como un objeto”.

 “Sabes, tengo qué irme” dijo Randy. Evangelista tocó su hombro con suavidad, “¿puedo preguntarte algo?” –Sí, claro.

 “Tienes un hábito que te ha esclavizado a tus deseos. Es comprensible. Pero ¿por qué te jactas de ello?”.

 Randy observó a Evangelista por un momento. “Dices que soy esclavo. ¿Sabes cómo liberar a un esclavo? Necesito tiempo, ¿estarás aquí si vuelvo?”.

 PERSUASIONS. A dream of reason meeting unbelief. Douglas Wilson 

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