lunes, 12 de enero de 2009

∞ 2. PUROS DE CORAZON ∞

Tratamos con ligereza el daño que hacemos con los labios porque no vemos los cuerpos que dejamos atrás. Por eso Cristo invade nuestra caverna moral y nos dice cuán serio es este asunto a los ojos de Dios. Nos habla en lenguaje comprensible a todos: la ira alimenta juicio; utilizar términos contenciosos (como raca) merece condenación (Mateo 5:22); llamar tonto a otros nos hace merecer el infierno.

El Señor no está graduando la seriedad del pecado, más bien enfatiza que tales pecados son más serios de lo que uno asume. De hecho, nuestra insensibilidad a su condición real indica la dureza de nuestros sentidos espirituales. Los versos 23 al 26 ilustran la necesidad y urgencia de reconciliación, contrario a la animosidad. Jesús nos muestra que cuando una actividad se halla prohibida en la Palabra de Dios, la contraparte positiva es una demanda. Si no estamos supuestos al asesinato verbal o físico, lo estamos a la reconciliación personal.

Imagina un hombre en la iglesia. Está próximo a expresar su devoción a Dios en adoración y ofrendas. Pero no ha tenido comunión con su hermano en la fe, no hay armonía en sus relaciones. Jesús establece que el hombre ha de dejar su ofrenda, reconciliarse con su hermano y después volver en adoración ahora con una limpia conciencia y un corazón lleno. ¿Acaso dice que lo único importante en la adoración es mantener relaciones correctas con nuestro prójimo? ¡No!

Cristo reconoce que nuestra relación con Dios es primordial, pero que aparecemos delante de Dios relacionados –correcta o incorrectamente- con nuestro prójimo. Lo que somos delante de Dios involucra cómo nos hallamos relacionados con otros. Y si nos hallamos en enemistad, ¿cómo ir a la presencia de Dios con manos limpias y corazón puro?

Es locura pensar que El encontrará aceptables nuestras hipócritas ofrendas.

Obediencia es mejor que sacrificios (1 Samuel 15:22). Pedro explica que este principio se extiende hasta el hogar y la familia: esposos traten sus esposas como a un vaso más frágil, con respeto, como a co-herederas de la gracia de la vida de tal modo que nada obstaculice sus oraciones (1 Pedro 3:7). El principio es claro: relaciones correctas con los demás son parte del significado del mandamiento “no matarás”.

La segunda ilustración muestra dos hombres en camino a juicio, todavía argumentando ¡en el camino! Jesús enfatiza que ambos debieran resolver la disputa ahora, antes de llegar ante el Juez. Pudiera ser costoso resolverlo ahora, lo que sí es claro es que resulta humillante. Pero si continúa la disputa, uno se hallará en prisión y no podrá salir hasta que pague el último centavo (es decir, nunca).

Leer estos versos en su contexto nos salvaguardará de confusión para entender las palabras del Señor. Los ejemplos no son leyes ni consejos para la conducta en la iglesia o para resolver problemas legales. Son más bien ilustraciones de cuán vital es mantener buenas relaciones con los demás.

El primer ejemplo subraya la necesidad de reconciliación. El segundo ejemplo presenta la urgencia de la reconciliación.

La animosidad es una bomba de tiempo. No sabemos cuándo explotará. Hemos de lidiar con ella rápidamente, antes que las consecuencias de nuestra amargura estén por completo fuera de control. Muchas de las relaciones humanas destruídas hubieran podido preservarse si hubiera habido comunicación y acción en el momento oportuno.  Y Jesús nos enseña que el tiempo oportuno es tan pronto somos conscientes de la enemistad con nuestro hermano (Mateo 5:23).

Un punto más: el Señor nos insta a buscar reconciliación cuando “tu hermano tiene algo contra ti (v.23) o cuando “tu adversario te lleva a juicio” (v.25). Nos llama a que mientras sea posible hemos de remover toda base de enemistad.

Pero no dice, ni urge, a que compartamos cada pensamiento de nuestro corazón durante el proceso de reconciliación.

Nuestros pensamientos y pecados secretos no serán santificados porque los hagamos públicos. Olvidar esto ha conducido a muchos cristianos (y a aquellos que los han escuchado) a infelicidad y desastre. ¡Jesús no dice que limpiemos nuestra ropa sucia en público! 

Más bien nos conduce a que enfrentemos rápida y totalmente toda ruptura de comunión entre hermanos, antes de que nos lleve a cometer un asesinato espiritual.

THE SERMON ON THE MOUNT. Kingdom life in a fallen world. Sinclair B. Ferguson           

No hay comentarios.: