Disciplina de la carne resultará en crecimiento de la gracia de
Sí, pero...
Es comprensible que aparezca la incertidumbre en cualquier discusión sobre el servicio. La duda refleja prudencia, puesto que es sabio calcular costos antes de zambullirse en cualquier deber. Luego experimentamos el temor de que otros tomen ventajas sobre uno.
Es aquí donde aprendemos a ver la diferencia entre escoger servir y escoger ser un siervo. Cuando escogemos servir, nos hallamos al mando: decidimos a quién servir y cuándo servir. Y si estamos a cargo, nos preocupará mucho si alguien “pisa el terreno”, es decir, si quiere gobernar por encima de nosotros.
Cuando escogemos ser siervos, abandonamos el derecho a estar al mando. ¡Qué gran libertad es ésta! Ser siervos voluntarios nos librará de manipulaciones al abandonar el derecho a decidir a quién y cuándo servir. Nos hacemos disponibles y vulnerables.
Considera la perspectiva: un siervo a fuerzas –un esclavo, por ejemplo- mirará todo en la vida desde el punto de vista de un esclavo, no se verá a sí mismo con los mismos derechos de un hombre o mujer libre.
Pero alguien que de modo voluntario se hace siervo encontrará deleite al servir.
Pablo tenía muy claro el concepto de “amor del esclavo” (aquel esclavo que, por amor, renuncia a ser libre), alguien que libre y voluntariamente renuncia a sus derechos. Es comprensible y justificado el temor de que otros se aprovechen de nuestra condición disponible y vulnerable. Esto es exactamente lo que puede suceder. Sin embargo, ¿quién podrá herir o pisar sobre alguien que por voluntad se ha colocado como siervo?
Francisco de Asís decía que “de todas las gracias y dones del Espíritu Santo dados por Cristo a sus amigos, sobresale con mucho el conquistarse a uno mismo y voluntariamente soportar sufrimiento, insultos, humillaciones y durezas por amor a Cristo”.
Cuán difícil encontramos esta declaración hoy.
Nos atemoriza que esta actitud conduzca a excesivo ascetismo y/o autonegación. Y este peligro acecha en verdad, es algo de lo que debemos cuidarnos y evitar caer en la “teología del gusano” que devalúa el potencial y capacidad humana.
Pero en el otro extremo hay otro enemigo mortal: los deseos de nuestro yo.Si no hay elementos de ascetismo en nuestra vida, si damos curso libre a los deseos de nuestra carne, hallaremos imposible el servicio a Cristo.
CELEBRATION OF DISCIPLINE. The discipline of service. Richard J Foster
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