Vivir el Sermón del Monte significa vivir bajo la autoridad de Jesús. Significa venir a El, tomar Su yugo y aprender de El (Mateo 11:28-30).
También significa que hemos de abandonar el mito (muy común, por cierto) de que uno puede tener a Cristo como Salvador para empezar la vida cristiana y más tarde, en otro momento o en otra época, rendirse por completo y tenerle entonces como Señor.
Este modo de pensar revela una profunda confusión sobre las enseñanzas del Nuevo Testamento:
a) en primer lugar, uno no “hace” a Cristo Salvador o Señor.
b) creemos en El, confiamos en El y le recibimos como Salvador y Señor; si tenerle como nuestro Salvador implica pertenecer al reino de Dios (y es así), entonces no es posible vivir en Su reino sin que El sea nuestro Rey y Señor (es decir, supremo en todo).
c) en otras palabras, si no procuramos vivir el Sermón del Monte entonces nos falta la evidencia fundamental de que Cristo es nuestro Salvador, porque el sermón constituye en esencia la descripción de la vida de salvación.
El clímax del sermón en Mateo 7:21-23 es muy revelador: Jesús asume el papel de Juez del hombre. El destino final de cada quien dependerá de si Cristo “le conoce”, más obvio en Juan 5:26-27 “Porque así como el Padre tiene vida en sí mismo, así también le dio al Hijo el tener vida en sí mismo; y le dio autoridad para ejecutar juicio, porque es el Hijo del Hombre”. No es un juego de palabras.
Quienes escucharon el sermón reconocieron la consistencia entre
Y Cristo expresa su autoridad mediante Su Palabra,
Es en
Al adentrarse en el Sermón del Monte, preguntemos primero si hemos resuelto este particular en nuestra vida: ¿qué lugar ocupa Cristo en mi corazón?
Oremos, que El sea Rey y Señor y Salvador y que al escuchar Su voz crezca nuestra mente y vida espiritual en obediencia práctica a cualesquier cosa que El nos mande.
THE SERMON ON THE MOUNT. Kingdom life in a fallen world. S.B. Ferguson
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