sábado, 27 de diciembre de 2008

2.PUERTAS DE SALUD: ORACIÓN ∞

Orar, saber orar, implica procesos de aprendizaje. Somos libres de preguntar, experimentar, fallar incluso, porque son procesos. ¿Cómo aprender a aprender? Toma los Evangelios y extrae cada referencia a la oración, ¿cuál es la enseñaza de Cristo en cada una? Observa, por ejemplo, que en oraciones de intercesión por otros, ni Cristo ni los apóstoles ni los profetas concluyen en la frase “si es Tu voluntad”.

Es obvio que creían saber la voluntad de Dios antes de orar en fe. ¿Por qué? Porque estaban tan inmersos en la llenura del Espíritu Santo que al enfrentar una situación particular sabían lo que debían de hacer. Su oración era tan positiva que a menudo se expresaba en mandatos directos, de autoridad: “camina”, “sé bien”, “levántate”. Al orar por otros, no había espacio para indecisión, intentos, medio esperar que…

Busca personas cuya oración efectiva y poderosa es manifiesta, y pide que te enseñen todo su saber. Busca la sabiduría y experiencia de pasados maestros de la oración, cuyos libros puedes leer y re-leer. Estudia las oraciones del AT, de Moisés, Elías, Ana, Daniel, etc., con nuevo interés, el de aprender a orar.

Y comienza a orar por otros.

Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho (Juan 15:7).

Comprender que el trabajo de orar implica aprendizaje nos salvará de arrogancia y el menosprecio de considerar la oración como irreal. Si al encender el TV no apreciamos la imagen, no es verdad que declaramos que no existen las ondas electrónicas; más bien asumimos que hay un problema a identificar para luego corregir. Es lo mismo con la oración. Podemos determinar si oramos bien, de acuerdo a los resultados: os será hecho. Quizás nuestra oración fue incorrecta, quizás hay algo dentro de nosotros por cambiar, quizás hayan nuevos principios para orar que hemos de aprender, quizás cultivar paciencia y perseverar sea lo necesario. Escuchamos, hacemos los ajustes necesarios y oramos otra vez. Sabremos que nuestras oraciones están siendo contestadas con la misma seguridad que sabemos si el televisor funciona o no.

Un aspecto crítico al aprender a orar por otros es permanecer en contacto con Dios de tal modo que Su vida y poder fluya en nosotros hacia los demás. Luego creemos estar en contacto cuando no es así. En este momento, por ejemplo, docenas de señales de radio y TV cruzaron los aires al leer estas líneas, pero no las escuchamos por la sencilla razón de que no estamos conectados a ellas. Hay personas que oran y oran con la mayor intensidad y nada sucede. No están conectados a Dios, o peor aún, ni siquiera están en Dios.

Escuchar al Señor es la primera, la segunda y la tercera cosa necesaria para intercesión por otros. Sin el aliento divino, sin el trabajo espiritual de permanecer conectados a El nuestras oraciones serán solo simples y vanas repeticiones.

¡Escuchar a Dios es el preludio! Hemos de oír, saber, amar y obedecer la voluntad de Dios para nuestras vidas antes de interceder por otros.

Pero no tardes: no esperes a ser perfecto en tus oraciones o a tenerlo todo dispuesto para empezar a orar por los demás. Sé sabio. Empieza por las pequeñas cosas. Quien es fiel en lo pequeño será fiel en lo grande.

Luego sentimos miedo al pensar que nuestra fe no es suficiente para orar por aquel hijo o aquel visitante o por aquel matrimonio. ¡Pon a un lado tus temores! La Biblia enseña con suma claridad que aún si nuestra fe es del tamaño de una semilla de mostaza son posibles grandes milagros. En realidad, el hecho mismo de levantarse a orar por una persona es señal de fe suficiente.

El problema no es falta de fe, sino de compasión.

A menudo, no parece haber empatía suficiente entre el orador y el sujeto de la oración. La Escritura nos dice que Jesús “era movido a compasión” por la gente. En cada acto del Señor brilla la compasión. Oremos pues por las personas no como “cosas” sino como lo que son, “personas” a quienes amamos.

Nuestra fe crecerá y se fortalecerá a medida que mostremos la compasión que Dios nos ha otorgado a cada quien. De hecho, si en verdad amamos, desearemos más de lo que podamos expresar o del poder que tengamos para dar, lo cual intensificará nuestra oración.

Darnos cuenta de este sentido interno de compasión es uno de los mejores indicadores del Señor de que tal o cual evento se ha convertido en un proyecto de oración personal. El corazón se levantará en tiempos de meditación, sentirás la necesidad de interceder, de buscar justicia, de percibir la llenura del Espíritu. Este “sí” interior es la autorización divina para orar por tal persona o tal situación.

Otras veces será prudente esperar. Dios seguramente guiará a otra persona a orar por el asunto.

CELEBRATION OF DISCIPLINE. The path to spiritual growth. The discipline of prayer. Richard J Foster

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