domingo, 29 de marzo de 2009

Estereotipos peyorativos

Mi esposa y yo teníamos una pelea –la clase de pleito que después de 30 segundos se olvida el punto y uno simplemente termina siendo vil y desconsiderado. En momentos así no toma mucho tiempo sentirse desesperado.

Quise llamar a alguien para que viniese de una vez y mediara en el asunto. Bueno, no quería hacerlo, pero me di cuenta que tenía que hacer algo. Llamé a un pastor que vivía cerca y él accedió a venir de inmediato. Canceló sus planes de sábado y vino a mi casa. Sentados a la mesa de la cocina, mi esposa y yo llegamos pronto al corazón del asunto. Molly me dijo “tú nunca me tratas como si me apreciaras”.

La miré. Miré a nuestro pastor. Y luego recité una lista de tres cosas donde había mostrado mi apreciación hacia ella esa misma mañana. En lo que a mí respecta, las cosas estaban bien. Ella pensó que yo no actuaba con aprecio, pero le mostré (definitivamente, en mi opinión) que sí lo hacía.

Como podrán imaginar, las cosas no estaban nada bien. De hecho, mi lista era completamente irrelevante para Molly, a pesar de su exactitud. Fue aquí cuando nuestro pastor me señaló un punto que ha cambiado por completo la manera como interactúo con mi esposa, y con cualquiera otra persona en realidad.

El me dijo que seguramente era incorrecto decir que yo nunca mostraba apreciación, pero era obvio que ella sentía de esa manera, y en el momento actual ese era el punto central con el que había que lidiar. Y no solo lidiar, sino hacerlo con conocimiento, entendimiento y respeto. Las palabras de Molly pudieran incluir un error del hecho en sí (de facto), pero lo que decía era completamente verdad.

En el blog de Scot McKnight hay una carta de un pastor muy frustrado con ciertos calvinistas de su iglesia. Podría ser fácil relegarla diciendo que no todos los calvinistas son así, o que su uso del término “hiper calvinistas” no corresponde al vocabulario teológico. Pero esto perdería el punto. E irónicamente, tal reacción solo otorga credenciales a la frustración que en primer lugar motiva la carta.

Así que, ¿cómo leer esta carta con conocimiento, entendimiento y respeto hacia el desánimo de su autor?

Primero, es una verdad indiscutible que algunas personas son exactamente como el autor describe. Cuando encontramos personas extremistas y desconsideradas en otros círculos, nos recuerda del por qué no andamos en dichos círculos. Cuando vemos extremistas desconsiderados en nuestro propio círculo, esto nos llena de vergüenza. Desafortunadamente, hasta que no seamos hechos perfectos siempre habrán personas desconsideradas en cada vertiente teológica. Pero para buena fortuna, somos parte de la Iglesia por causa de Cristo, no por la compañía de otros.

La segunda manera de entender la carta es verla como evidencia abundante de que, para muchos, los calvinistas son vistos como individuos llenos de autojusticia, condescendientes, arrogantes, poco amistosos, argumentadores, y hasta mezquinos. El hecho de que no todos somos así es irrelevante, de la misma manera que a Molly no le importara que yo había hecho tres cosas: ella continuaba sintiéndose no apreciada. Su frustración era real porque, independiente de si yo era o no era agradecido, ella me percibía como ingrato. Similar, la frustración de la carta es real porque, independiente de si los calvinistas de esa iglesia son buenas personas, son percibidos como individuos orgullosos y divisivos. Estos calvinistas, como miembros de la iglesia, y yo como esposo, debiéramos cambiar basados en esta información, sin importar la “inexactitud” de cómo se expresa la frustración.

En mi matrimonio, no importa si soy agradecido cuando no lo aparento.
En la iglesia, no importa si tenemos los frutos del Espíritu si nadie puede expresarlo, si nadie se da cuenta.
No es fácil cambiar el estereotipo peyorativo que cuelga del calvinismo, pero podemos empezar admitiendo que muy a menudo es exacto. Luego hemos de asegurarnos de no ser manifiestamente llenos de autojusticia, condescendientes, arrogantes, poco amistosos o argumentadores. Además, contar con que paguemos la cuenta del restaurant o de un café de vez en cuando.
Prestar atención a quienes están en desacuerdo con nosotros y tomarlos en serio, incluso cuando estamos bien seguros de nuestro desacuerdo, es parte de lo que significa pertenecer al cuerpo de Cristo. Nos humilla, es santificante. Nos hará mejores esposos y esposas. Nos hará mejores cristianos, y quizás, hasta mejores calvinistas.

Abraham Piper. DG blog http://www.desiringgod.org/Blog/934_be_a_kinder_calvinist/

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