La ruptura de relaciones ocurrida en la cruz entre el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo provee la base a nuestra reconciliación. Ninguna otra relación sufrió más que cuando el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo hubieron de soportar a Jesús colgado en la cruz y clamando “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?”.
Jesús estuvo dispuesto a ser Hijo rechazado para que nuestras familias conocieran reconciliación.
Jesús estuvo dispuesto a ser Amigo olvidado para que nosotros disfrutemos de amorosa amistad.
Jesús estuvo dispuesto a ser Señor rechazado para nosotros vivir en amorosa sumisión unos con otros.
Jesús estuvo dispuesto a ser Hermano abandonado para nosotros tener relaciones santificadas.
Jesús estuvo dispuesto a ser Rey crucificado para que nuestras comunidades experimenten paz.
-Paul D. Tripp, Relationships: A mess Worth Making (
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