Algunas veces oramos porque nos sentimos santos y otras veces oramos porque nos sentimos desesperados.
Sospecho que las oraciones desesperadas son las que Dios oye.
En otras palabras, cuando en nuestras oraciones dependemos de nuestra santidad empezamos a sonar igual que el fariseo en la parábola de Lucas 18 que contó Jesús.
El modelo de oración que disponemos es la de un hijo pequeño pidiendo a su padre.
Nuestras oraciones no son escuchadas porque haya algo intrínseco en nosotros sino por la creencia de que necesitamos a Dios con desesperación cada momento y de que El nos oye cuando lloramos a El en nuestra desesperación.
Tim Chester
sábado, 1 de agosto de 2009
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