martes, 7 de abril de 2009

61. LOS INSTITUTOS DE CALVINO

Juan Calvino está lleno de sorpresas.

Al empezar a exponer el Decálogo, ¿cómo introduce al Dios de la Ley? Como el Creador que tiene el lugar de Padre y Señor en nuestras vidas –como el Uno a quien, puesto de manera simple, le debemos todo. Su Ley nos enseña como vivir de acuerdo a su voluntad, como los hijos que no merecemos serlo.

¡Si solo entendiéramos la cosas tan claramente como esto!

¿Se ha puesto blando Calvino? Muy lejos de ello. Habla de una situación trágica. Nuestra capacidad para cumplir la Ley es “inexistente”. Pero la tragedia no es inmitigable. Porque nuestra insuficiencia nos conduce a la misericordia de Dios. Y el Dios de Calvino –no, el Dios de Moisés- el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, desciende hasta lo más bajo y con gentileza nos ayuda. Aquí yace la razón de las recompensas prometidas y de las amenazas de castigo respecto a la Ley.

Las referencias de Calvino sobre la “gran gentileza” de Dios y su “benevolencia” nos recuerda que los Institutos son escritos por un hijo de Dios para los hijos de Dios. Porque somos hijos de DIOS –cuya Ley tiene alcance más allá de la acción externa hacia las motivaciones del corazón.

Calvino no nos permitirá caer en el abismo del legalismo, que separa siempre la Ley de Dios de la Persona de Dos. No entendemos la Ley ni agradamos a Dios mediante ella si estamos fuera de la obediencia personal (más que formal) y relacional (más que abstracta).

Este es el por qué –como Calvino muestra en todas partes- en las manos de nuestro Señor Jesús se restaura el significado de la Ley a su integridad original.

Blog 61: 2.8.2 - 2.8.7. Blogging the Institutes. Sinclair Ferguson.

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