sábado, 7 de noviembre de 2009

Una palabra a predicadores jóvenes

Tus primeros sermones son terribles siempre, no importa quién seas. Si piensas que tus primeros sermones son grandiosos, con seguridad te has autoengañado. Si tus amigos de la iglesia piensan que tus primeros sermones son buenos, muy probablemente sea porque te aman y se sienten orgullosos de ti.

Así que tus primeros sermones, a menos que seas muy atípico, son con toda probabilidad malos, realmente malos.

¿Y qué?

La gran cosa del ministerio cristiano es que Jesús no empieza todo otra vez de nuevo en su iglesia en cada generación. Proporciona hombres maduros, viejos en el ministerio, quienes dan forma, discipulan y dirigen a hombres jóvenes en el ministerio. Esto incluye (aunque no se limita a) criticar tus sermones.

Tus sermones serán criticados. Tu mismo querrás ser criticado, y ásperamente.

Ahora bien, no querrás ser ásperamente criticado por tu congregación (amados hermanos, actitudes críticas hacia la predicación de sus pastores no son un fruto del Espíritu). Pero tú querrás que tus sermones sean criticados, y criticados ahora.

Tus sermones serán fuertemente criticados en tu temprano ministerio, cuando todavía estás en formación, o puede suceder que seas simplemente dejado solo.

Anota esto: esos grandes predicadores que escuchas o has leído en tus libros de historia de la iglesia no son ni fueron grandes predicadores al inicio de sus ministerios.

Grandes predicadores son aquellos que predican sermones realmente malos. La diferencia es que predicaron malos sermones cuando eran jóvenes, y han sido aguzados en la vida gracias a la crítica.

Predicadores mediocres son aquellos que empiezan con sermones bastante buenos, pero nunca fueron criticados y por tanto nunca crecieron.

Así que si estás al inicio del ministerio y predicas un sermón malo, ¿qué? Te hallas en el mismo tren de malos predicadores previos que se extiende desde Moisés y Aarón y Simón Pedro hasta cada buen predicador del evangelio que hayas escuchado con tus propios oídos.

Tus malos sermones no dicen nada sobre tu futuro. Si tus amigos en la vida te dicen “oye, que sermón más malo”, esto sí indica algo para tu futuro, da gracias a Dios por ello. Es signo probable de que Dios tiene más para ti, para que lo hables, para el resto de tu vida.

Russell D. Moore. http://www.russellmoore.com/2009/10/30/a-word-to-young-preachers/

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