Luego se utiliza el slogan “Toda verdad es verdad de Dios” para justificar enredarse en cualquier esfera de conocimiento como si fuera un acto de adoración o de mayordomía. Se da la impresión de que tan solo conocer la verdad de Dios y reconocerla como tal es algo bueno, incluso como un fin valioso. Pero el problema radica en que el diablo hace igual.
“Si alguno se imagina que sabe algo, aún no lo sabe como debiera saberlo. Pero si alguno ama a Dios, este es conocido por Dios” (1 Corintios 8:2-3). Pienso que esto quiere decir que hasta que conozcamos de tal manera que amemos más a Dios por ello, pues no conocemos como debiéramos conocer.
Además de decir “Toda verdad es la verdad de Dios”, necesitamos expresar que “Toda verdad existe para mostrar más de Dios y despertar mayor amor por Dios”. Esto significa que conocer una verdad y conocerla como la verdad de Dios no es virtud sino hasta que despierte en nosotros deseo y deleite por el Dios de la verdad. Y estos deseos y deleites se hallan incompletos a menos que den lugar a palabras y acciones que exhiban el valor de Dios. Esto es, existimos para glorificar a Dios (1 Corintios 10:31); conocer una verdad simplemente como verdad de Dios no le glorifica más de lo que haría el diablo.
Toda verdad existe para dar a conocer a Dios y amarlo y mostrarlo. Si no tiene estos tres efectos entonces no se conoce correctamente y no debiera celebrarse como virtud.
Doy gracias cuando los incrédulos perciben las verdades de Dios, de modo limitado, en el mundo natural. Conocen muchos hechos científicos y culturales. Pero tales hechos no despiertan en su interior deseo por Dios o deleite en Dios. De modo que estos hechos son mal utilizados. Esto no es virtud.
También doy gracias de que los creyentes puedan aprender muchas de las verdades de Dios de los no creyentes y puedan desear más a Dios y deleitarse más en El por causa de estas verdades, de manera que quienes no creen se convierten –sin saberlo- en los medios de nuestra adoraciónQue un incrédulo conozca la verdad de Dios no es virtud en última instancia –esto es, un conocer que no va de acuerdo al propósito de Dios en saber. Sin embargo tal conocimiento podría ser útil si tenemos presente lo que Dios puede hacer de su propia revelación y sus auto-exaltantes propósitos en el mundo, contrario a todas las expectativas del incrédulo cuyo conocimiento Dios emplea.
Es pues, apropiado, por amor a Dios –por causa del amor- que los creyentes aprendamos lo que podamos de incrédulos que ven muchas cosas que nosotros podríamos pasar por alto, pero que no ven la única cosa necesaria.
John Piper.
Desiring God Taste & See. Marzo 13, 2009
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