El ídolo de la reputación es sutil. Se esconde detrás de actos piadosos, pero se revela a sí mismo en respuestas o pensamientos impíos. Es triste, serio, y aterrador el hecho de que yo pueda usar el acto de adoración a Dios para tratar de hacerme ver mejor ante los ojos de la gente. Yo lo he hecho en ocasiones incontables. He aquí unas cuantas formas en la que he visto a este ídolo expresarse a sí mismo a través de los años… "Me pregunto si alguien se fijará en ese tremendo momento con el piano...""Mi voz es TAN mejor que la de ella." "¡Esa fue una GRAN selección de canciones que hice esta mañana!" "¿¡Qué quieres decir con que tenemos que quitarle cinco minutos al tiempo de cánticos!?" "¿Por qué no me piden que cante más?""No necesito ensayar como todos los demás."
Estos son los tipos de pensamientos más obvios de autoexaltación. Yo he sido culpable de todos. Sin embargo, la misma raíz puede manifestarse también en ansiedad y auto-desaprobación. "Me pregunto si a la gente le gustará hoy la adoración.""Mi estomago está hecho nudos en todas las reuniones." "La adoración simplemente fue terrible esta mañana." "No me pidas que cante o que toque un solo." "Yo JAMAS podría cantar en el coro."
Estas respuestas son desarraigadas en el temor de que no conseguimos el crédito y aclamación que anhelamos. Porque tenemos miedo a no ser honrados, hacemos excusas, no aspiramos, alimentamos la incredulidad, y cedemos a la ansiedad. En resumen, fallamos en honrar a Dios. En ambos casos, nuestro objetivo es el mismo – mejorar lo que otros piensan de nosotros, en vez de mejorar lo que ellos piensan de nuestro Salvador.
Mientras los músicos y pastores no son más pecaminosos que todos los demás, si tenemos tentaciones particulares de las que necesitamos estar percatados. Ya que mucho de lo que hacen los líderes toma lugar en frente de personas, podemos ser tentados a robarle gloria a Dios. Cuando oramos en voz alta, cuando dirigimos himnos, cuando predicamos. Eso es lo que quiero decir con servir al ídolo de nuestra reputación. Por supuesto, personas que no son líderes pueden servir al mismo ídolo. Mientras le cantamos alabanzas a Dios, podemos estar preguntándonos si estamos afinando, si nos vemos lo suficientemente apasionados, o si las personas que nos rodean están REALMENTE adorando a Dios.
Hace años, estaba en Inglaterra en una gran conferencia cristiana. Durante un seminario, fuimos dirigidos en la adoración corporativa y pensé que fue regular en todo aspecto. Mientras el terminó lo que yo describiría como un tiempo pobre de canciones de adoración, el anciano que estaba a mi lado se volvió hacia mi. Con una sonrisa brillante, el preguntó, "¿Eso fue simplemente bonito, verdad?" Yo quería decir que no, pero el Espíritu Santo había agarrado mi lengua antes de que saliera la respuesta. Yo me di cuenta que solo uno de nosotros había estado alabando a Dios durante ese tiempo. Y no era yo. Yo estaba ocupado alabándome a mi mismo, alegrándome en mi conocimiento sobre adoración, mis experiencias, mi entrenamiento, mi perfil, la adoración de mi iglesia. Estaba demás decir que Dios no estaba impresionado. Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra. (Isaías 66:2b) Que Dios nos conceda gracia para que verdaderamente busquemos Su reputación por encima de la nuestra cada vez que nos reunamos a adorarle.
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