Pero la intención de Dios es que seamos conformados a la imagen de Su Hijo (Rom. 8:29). Como el salmista, deberíamos odiarlos y a aquellos que los tengan en estima. (Salmo 31:6). Aunque, con demasiado frecuencia, hallamos que somos idólatras. Hoy, quiero compartir otro ídolo que se vuelve grande cuando adoramos a Dios corporativamente. Y se aplica particularmente a los músicos.
El Ídolo de la Excelencia Musical
Ofrecerle a Dios lo mejor de nosotros tiene precedente bíblico. (Ex. 23:19; Núm 18:29-30) En la cultura de hoy, ese "mejor" a menudo es definido como música marcada con destreza, complejidad, y hasta sofisticación. Por lo que armonías de cuatro tiempos le sacan ventaja a melodías unísonas, las orquestas triunfan sobre pianos solos, y bandas completas con coros reemplazan a los guitarristas solistas. Nos volvemos más preocupados con hacer que la adoración corporativa sea más grandiosa, mejor y más envuelta. Nos turbamos ante el pensamiento de alguien sin un entrenamiento y estudio musical dirigiendo adoración congregacional. En el proceso, perdemos de vista lo que para empezar hace que nuestra adoración sea aceptable.
Reggie Kidd, en su libro Con Una Voz, señala el problema con precisión: "En algunas iglesias la búsqueda por la 'excelencia' es un ídolo, independiente de cual 'excelencia' es definida por los estándares de la llamada cultura 'clásica' o de cultura 'pop'. Tal 'excelentismo' necesita ser reemplazado por la búsqueda de ser semejantes a y solo a Cristo crucificado. Por más bien que se pueda poner antes del regreso de Cristo, nunca vamos a hacerlo completamente correcto. Siempre habrá un tenor apagado, una cuerda de guitarra mala, un órgano demasiado ruidoso, o un himno pobremente colocado. Pero está bien. La cruz significa que está cubierto." (p. 101-102)
¿Significa eso que no necesitamos estar preocupados sobre como tocamos, de que si estamos afinando, o de cuáles canciones usamos? Por supuesto que no. Dios ensalza la excelencia musical. (Salmo 33:3; 1 Crónicas 15:22; 2 Crónicas 30:21-22). Pero en la adoración congregacional, la excelencia tiene un propósito – el enfocar la atención de las personas a las maravillosas obras y atributos de Dios, no a lo excelente de la música en si.
Entonces, en la adoración corporativa la excelencia tiene más que ver con asuntos de edificación y exhortación que simples estándares musicales. El buscar la excelencia sabiamente significa el continuar creciendo en mi destreza para que no distraiga a aquellos a quienes busco servir. Significa que podría tocar menos notas para permitir más espacio para que las personas oigan las palabras. Significa que quizás tenga que sacrificar mis ideas de "excelencia" musical para hacer que la verdad sea más accesible musicalmente para mi congregación. Significa que a veces podría no tocar nada en lo absoluto para que la congregación pueda oír su propia voz más claramente lo que le dicen a Dios. La excelencia musical, definida correctamente, es una búsqueda meritoria. Pero como todos los ídolos, como un dios es terrible.
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