viernes, 27 de marzo de 2009

59. LOS INSTITUTOS DE CALVINO

El uso pedagógico (y primero) de la ley es “cerrar nuestra boca” (Romanos 3:19), no para llevarnos a desesperar (como en el caso de personas reprobadas) sino para conducirnos a Cristo: “porque en Cristo brilla su cara, llena de gracia y gentileza, incluso sobre nosotros, pecadores no merecedores” (2.7.8). Esto es verdad tanto para creyentes como para aquellos que vienen a Cristo por primera vez.

El segundo uso de la ley es como código civil, de modo que “estorbados por miedo o por vergüenza, no se atrevan a ejecutar lo que sus mentes han concebido, ni que respiren abiertamente el furor de su deseo” (2.7.10).

El tercer uso (“principal, apropiado”) de la ley “encuentra su lugar en creyentes en cuyos corazones vive y reina desde antes el Espíritu de Dios” (2.7.12). Y porque nunca podemos mantenerla como se nos demanda, esto no debe hacernos “alejar atemorizados”.
Debemos ver nuestra vida en Cristo como una “carrera” (1 Corintios 9:24-26), “cuando hayamos corrido, el Señor nos dará obtener aquella meta a la cual hemos dirigido esfuerzos desde un principio” (2.7.13). Así, en el Catecismo Ginebrino Calvino pregunta “¿Cuál es la regla de vida que [Dios] nos ha dado?” y responde “Su Ley”
Y algunas veces, incluso sobre creyentes, la ley funciona como un azote: “la ley es a la carne como látigo a la espalda del perezoso, para hacerlo trabajar; aún para el hombre espiritual que todavía no es libre del peso de la carne la ley permanence como un pinchazo constante que no le deja estar quieto” (2.7.12).

Calvino apenas empieza a exponer la función de la ley en la vida cristiana, pero desde ya podemos sentir la magnitud de lo que está diciendo, y él tuvo detractores en su día, así como hoy los tenemos nosotros.

Blog 59: 2.7.8 - 2.7.13 DEREK THOMAS
http://www.reformation21.org/calvin/2009/03/blog-59-278-2713.php
P.D. Foto del Parlamento húngaro en Budapest, marzo 2009.

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