domingo, 24 de abril de 2011

Sobre el perdón

En respuesta a una pregunta sobre el perdón, tengan la bondad de leer esta extensa nota.



(1) el asunto de los sentimientos, (2) el asunto del perdón y (3) respuestas a ejemplos específicos. Una cosa necesita la otra y van en orden ascendente de complejidad.
El asunto de los sentimientos: ¿escuchar o hablar?
Dentro de nosotros hay dos grandes corrientes: lo que la razón dicta y lo que los deseos dictan; usted puede deducir eso de su propia experiencia y de lo que la Biblia enseña (e.g. Romanos 7:22-23, entre otros). Constantemente, el Diablo y todo el ambiente alrededor nos bombardea (a veces explícita, pero más frecuente, implícitamente) diciendo que estas dos corrientes son cosas separadas, independientes entre sí, con poca o ninguna relación; y aprendemos que, a pesar de que uno puede gobernar la razón, los deseos son indomables. Pero Dios -en la Biblia- enseña lo contrario.
En la Biblia, encontramos textos que ordenan temer a Jehová (Proverbios 3:7), alegrarnos (Isaías 54:1), a odiar (Salmo 97:10), a amar (Colosenses 3:19), etc. Se nos indica qué debemos sentir, asumiendo que nosotros podemos obedecer – y note que las emociones más fuertes (i.e. el odio y el amor) no se hayan exentas. La Biblia presupone que uno puede controlar y decidir qué uno siente… El problema está en que estamos más acostumbrados a escuchar nuestros sentimientos que a hablarles.
El ejemplo de David
En este aspecto, el Salmo 42 es muy interesante. En este salmo, el escritor  -por alguna razón- no ha podido estar cerca de Dios y parece que Dios se ha apartado de él; el escritor está bien triste: "Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía. Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo; ¿cuándo vendré, y me presentaré delante de Dios? Fueron mis lágrimas mi pan de día y de noche, mientras me dicen todos los días: ¿Dónde está tu Dios?" (vv.1-3). En otras palabras, siente tristeza profunda (no el tipo de tristeza que uno siente cuando se levanta decaído o cuando uno está teniendo un mal día): el hombre está profundamente deprimido: "mis lágrimas fueron mi pan de día y de noche" y "me acuerdo de estas cosas y derramo mi alma dentro de mí" (v.4).
En este momento, él dice: "¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío" (v.5). Viene sintiéndose extremadamente mal y, de repente, se habla a sí mismo, se instruye a sí mismo: "deja de entristecerte y deja de estarte preocupando; confía en Dios, pues Él no te ha abandonado; Él es y será tu salvación y tu Dios". 
Sin embargo, no es que David sea una piedra estoica que no siente, o que, mágicamente, todos sus problemas se hayan resuelto porque así lo decidió; en el versículo siguiente, lo que hace es una confesión, una oración: "¡¡¡Dios mío, mi alma está abatida en mí!!!" (v.6). En otras palabras, el trayecto que ha tenido hasta ahora podemos diagramarlo como sigue: 
Estoy triste ---> me hablo a mí mismo y decido dejar mi tristeza y confiar en Dios ---> la lucha es difícil y sigo triste ---> no me hago el loco o el fuerte, sino que le admito a Dios que estoy teniendo problemas con confiar en Él.
David no se abandona a lo que siente: él decide: "Me acordaré, por tanto, de ti desde la tierra del Jordán, Y de los hermonitas, desde el monte de Mizar" (v.6). Es decir, "me acordaré de todo lo que tú has hecho ya por mí: me acordaré de tu fidelidad cuando nos trajiste al Jordán, y me acordaré de tu fidelidad cuando nos diste victoria sobre nuestros enemigos y nos diste la tierra prometida". Y dice: "Un abismo llama a otro a la voz de tus cascadas; todas tus ondas y tus olas han pasado sobre mí. Pero de día mandará Jehová su misericordia, y de noche su cántico estará conmigo, y mi oración al Dios de mi vida" (vv.7-8). 
Dicho de otro modo: "es cierto, tú, Dios, has permitido que todo un tsunami me arrolle, a tal punto que siento que toditas tus olas han pasado por encima de mí… pero yo confío que tú mandarás tu misericordia todos los días y que estarás cerca de mi corazón por las noches, de modo que yo podré cantarte y orar confiado, porque eres mi Dios, el Dios de mi vida".
Casi al final, toma ánimo de nuevo y se dice a sí mismo: "iré adonde Dios está y le voy a decir 'Roca mía, tú que me prometiste estar ahí para mí, ¿por qué me has dejado en el olvido? ¿Por qué dejas que yo esté tan entristecido que hasta estoy de luto? ¿Es que no ves que se burlan de mí y me preguntan dónde está mi Dios?' " (vv.9-10). Es maravilloso cómo él lo pone: la forma en que habla hace ver que él está confiado en que Dios no lo ha abandonado, en que, a pesar de que todo se ve feo, con tan solo que vaya él donde Dios y le reclame, Dios vendrá y estará con él y resolverá. 
Es el cuadro de una fe de niño en su padre; de una fe que, verdaderamente, confía:
(vv.7-8) un tsunami me pasó por arriba, pero todo está bien: yo sé que Dios me consolará.
(vv.9-10) ¡ya sé! Iré donde Dios y le pediré que se acuerde de mí, y todo estará bien.
Es casi como oír a un nene de 5 años hablando de su papá.
Por último, él vuelve y se habla, pero esta vez casi como si su razón hubiera convencido a sus sentimientos: "¿Por qué te abates, oh alma mía, y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío" (v.11). 
No es que ya no sienta tristeza, sino que ella no le gobierna; no es que sus sentimientos no existan, sino que están en el lugar adecuado, donde deben estar: guiados, no guiando, gobernados por la razón (la cual, a su vez, está iluminada por su fe).
El camino desde abajo hasta arriba
El camino, entonces, es: profundo abatimiento ---> la razón, iluminada por la fe, le habla a los sentimientos (i.e. yo me hablo a mí mismo, en vez de "sentirme así") ---> los sentimientos arguyen que tienen motivo de ser (la lucha es difícil) ---> la razón dice, "Sí, pero Dios está aquí", y (1) le pide ayuda a Dios y (2) se pone los pantalones y toma el mando ---> yo confío en Dios y empiezo a poner todas las cosas en su debido lugar.
Así, los sentimientos son buenos, pero, si no son guiados por un razonamiento que confía en Dios, no serán sino una espiral que lleva a nuestra propia destrucción.
El asunto del perdón: un tema fácil de entender, pero difícil de aplicar
Partamos del Sermón del Monte (Mateo 5-7). Encloche y meta primera, que el camino es difícil.
La primera parte son las bienaventuranzas (5:3-11), en las que Jesús describe el perfil general del cristiano. Luego, dice que es importante que seamos cristianos de hecho y en verdad (de adentro pa' fuera), no simplemente de palabra o de fingimiento (5:13-20). Después, dice que, por esta razón, es necesario que se cumplan todos los mandamientos, no nomás en lo externo, sino en lo interno, y da algunos ejemplos selectos (5:20-48).
Hay que amar a nuestros enemigos
De entre esos ejemplos, el último que escoge es bastante fuerte (5:43-48). Jesús dice: es necesario que tú ames a tus enemigos, bendigas a los que te maldicen, le hagas el bien a los que te odian, y ores por los que hablan mal de ti y te maltratan (5:44). Note algo muy importante: Jesús no tiene en mente soportar o no hacer el mal a los enemigos, Él va más allá: él está hablando de, activamente, hacerles el bien. 
Además, observe que Jesús era un tipo bastante práctico: Él no entendió el amor a los enemigos como un concepto abstracto, que se siente en el corazón y que no es más que un buen sentimiento rosado hacia esa persona.
Muchas veces, pensamos que el amor al enemigo se resume a que si yo veo que su casa se está quemando, en lugar de decir -"¡Amén! ¡Eso es Dios que se lo mandó! ¡Por eso es que hay que dejar que la venganza sea del Señor!"- voy y le ayudo a apagar el fuego. O que si veo a su hijo ahogándose, lo rescato. 
No solemos dar importancia a situaciones como -por ejemplo- si la persona en cuestión venga en su carro, yo en el mío, nos miremos, pero cada quien sigue sin camino sin decir nada. 
No, no, no… ¡Jesús dice, claramente, que hay que esforzarse y cuidar hasta el menor de los detalles! Textualmente, Él estipuló que nuestro amor debe ser tan práctico que se desborde hasta para saludar a nuestro enemigo (5:47). De hecho, Jesús va más allá todavía: el saludo no debe ser un saludo frío, por cumplir con Dios (para que cuando nos pregunte el día que nos toque comparecer delante de Él podamos decirle "No… Señor… Yo le dije hola"). El saludo debe ser como aquel que uno le daría a un hermano. Encloche, que es difícil.
"Señor" –pregunta uno de los reporteros del Jerusalem Times– "¿por qué querríamos hacer esto?"
"Sencillo" –es la divina respuesta– "Dios trata así a sus enemigos (a.k.a. ustedes), haciéndoles el bien a todos, sin tomar en cuenta si le aman o no. Por tanto, sean ustedes dignos hijos de su Padre y hagan lo mismo" (5:45,48).
El primer y segundo argumento pro-perdón
Ese es el primer argumento en pro del perdón –sin tomar en cuenta la ofensa, pues hay quienes son enemigos por cosas grandes y hay quienes son enemigos por estupideces. Y la razón por la cual es un argumento en favor del perdón, incluso si no se ha mencionado la palabra "perdón", es que el amor, como lo concibe Jesús, es un paso más allá de lo que es el perdón: para que yo pueda amar a mi enemigo (quien me maldice, aborrece, ultraja y hasta persigue), tengo que haberle perdonado todas esas faltas.
El hecho no es, simplemente, que Jesús asume que ya se haya perdonado. Si lee el texto de nuevo (5:44-48), se puede ver que Él entiende que parte de la manera en que el amor se expresa (lo cual, a su vez, es indicativo de que se es hijo de Dios) es amando a pesar de
Jesús es consciente de que no es nuestra tendencia natural (5:46) y por ello nos sale al frente y nos dice "no ames solo a los que te aman y te tratan bien (recuerde, en la mente de Jesús el amor SIEMPRE trae como consecuencia buen trato; por cuestiones de espacio, tiempo y fluidez voy a decir "ama" de ahora en adelante, pero cuando lea, siempre piense en "amor+buen trato"), sino sé perfecto y ama, también, a los que te ofenden (5:46-48). Esta decisión es consciente, pensada. No es que yo soy una persona perdonadora/olvidadiza y que por eso puedo perdonar; o que fulano no es perdonador u olvidadizo, así que él está excusado de perdonar. 
Jesús asume que para todos nosotros va a ser difícil y, consecuentemente, dice "Hazlo. Punto".
Hemos de perdonar (1) porque Dios lo manda y (2) porque, siendo el fruto obligado de un corazón regenerado, es la evidencia de que somos hijos de Dios. Esta es la primera unión entre los sentimientos y el perdón: a través de la fe en Dios, debemos permitir que nuestra razón haga nacer amor (real, sentimental y factual) por aquellos que nos ofenden.
El tercer argumento pro-perdón
Si continuamos leyendo, llegamos a 6:12. Este versículo es parte de lo que se conoce como el Padrenuestro y note algo interesante: de toda la oración modelo, es el único acápite que Jesús desglosa y argumenta (6:14-15). Lo que nos enseña es: "Pídanle a Dios que perdone sus pecados y arguméntenle que ustedes también perdonan a quienes pecan contra ustedes".
"¿Por qué? – pregunta el discípulo que quiere sacar A en la clase y que siempre participa.
"Sencillo: si ustedes perdonan a los demás, Dios también les perdonará a ustedes. Si ustedes no perdonan a los demás, Dios no lo hará con ustedes".
Perdonar no es algo opcional, no es algo sin importancia. Si no perdonamos como nos gustaría que Dios nos perdone, Dios no nos perdonará (6:12) (i.e. Dios no querrá saber nada de nosotros). 
¿Significa esto que podemos ganarnos el perdón de Dios perdonando a los que nos hieren? No, si así fuera, Jesús murió sin necesidad. 
Lo que significa es que cuando pedimos perdón a Dios, podemos decirle "Padre, perdóname, pues soy tu hijo. Considera la evidencia de que soy tu hijo: yo también perdono" (5:45,48).
El perdón es necesario porque es evidencia, es parte de lo que Dios utilizará para juzgar si nos perdonará o no.
En este momento, las 2 preguntas del millón son: (1) ¿cómo Dios entiende que debe ser el perdón? y (2) ¿cómo le hago para perdonar así?
El perdón de Dios es profundamente sacrificial
Para responder la primera pregunta, vayamos al Salmo 103.
David está hablándose (¡kudos al tema de hablarse a uno mismo y de los sentimientos!) y dice: "Bendice a Dios! bendícelo con todo el ser y no te olvides de nada de lo que él ha hecho por ti" (vv.1-2). Luego comienza a darse razones, a argumentarse por qué debe bendecir a Dios:
v.2: él perdona todas tus iniquidades y te hace el bien (i.e. practica el amor que Jesús habló y vimos más arriba).
vv.3-4: te hace el bien, no sólo sanándote, sino salvando tu vida, llenándote de misericordia, llenando tu boca y dándote nuevas fuerzas.
vv.6-7: bendícelo porque hace justifica y porque nos enseñó cómo hacer su voluntad.
vv.8ff (8 y siguientes): bendícelo por su misericordia:
v.8: Dios es misericordioso y, a pesar de que pecamos continuamente contra él, no responde a la primera, sino que es paciente.
v.9: incluso cuando le hemos enojado, no guardará rencor ni nos peleará para siempre.
v.10: no nos paga mal por mal.
v.11: no le ha puesto límite a su misericordia.
v.12 la culpa que teníamos la alejó de nosotros (si bien puede entenderse como diciendo que nos alejó de nuestra tendencia a pecar y nos fue haciendo más santos, (1) por el contexto, creo que tiene que ver más con que nos perdonó, y (2) en el original, la palabra tiene más el sentido de ofensa y del castigo y culpa que esa ofensa trae).
v.13: a pesar de todo, él se compadece de nosotros con corazón de Padre y se duele como nuestro Padre.
vv.14-16: Él sabe qué somos y por eso se compadece de nosotros.
vv.17-18: su misericordia es para siempre y es maravillosa, nomás que es para aquellos que le temen (de nuevo, note que la Biblia se encarga de que tengamos en mente tanto el corazón como los hechos externos).
vv.19-22: ¡alabemos todos a este nuestro Dios!
¿Qué características podemos sacar del perdón de Dios? 
Es activo (hace el bien) (vv.2-4); pasa por alto la ofensa y no castiga a la primera (v.8); no guarda rencor (i.e. no "perdona, pero no olvida") (v.9); no "da lo que se merece" (v.10); y no dice "una más y ya, ¡no más!" (v.11). 
Uno de los profetas de la Biblia nos pinta un cuadro precioso acerca de cómo Dios trata con nosotros: "¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. El volverá a tener misericordia de nosotros; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miqueas 7:18-19). 
Fíjese que están las mismas características que hemos inferido del Salmo 103, así que, aparentemente, nuestra interpretación va por buen camino. 
El perdón de Dios es profundamente sacrificial: es capaz de deponer todo los derechos del yo por amor al prójimo.
Eso no convierte a Dios en un "mamita"
El problema está en que cuando leemos cosas así y oímos que Dios espera que nosotros tratemos a la gente así se siente como que Dios nos está diciendo que seamos unos mensos. Sin embargo, mire lo que dice Nahúm 1:2ff:
(2) Jehová es Dios celoso y vengador; Jehová es vengador y lleno de indignación; se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos. (3) Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable. Jehová marcha en la tempestad y el torbellino, y las nubes son el polvo de sus pies. (4) El amenaza al mar, y lo hace secar, y angosta todos los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue destruida. (5) Los montes tiemblan delante de él, y los collados se derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los que en él habitan. (6) ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿y quién quedará en pie en el ardor de su enojo? Su ira se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. (7) Jehová es bueno, fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían. (8) Mas con inundación impetuosa consumirá a sus adversarios, y tinieblas perseguirán a sus enemigos. (9) ¿Qué pensáis contra Jehová? El hará consumación; no tomará venganza dos veces de sus enemigos. (10) Aunque sean como espinos entretejidos, y estén empapados en su embriaguez, serán consumidos como hojarasca completamente seca.
Los vv.3,7 casi parecen fuera de lugar. En particular, el v.3 debe llamarnos la atención porque se parece mucho a uno que apenas acabamos de leer (Salmo 103:8): "Dios es tardo para la ira". ¿Qué nos dice esto? 
Que el profeta está consciente de y que no olvida que Dios es misericordioso y perdonador, pero, al mismo tiempo, mantiene enfocado el hecho de que este mismo Dios es un Dios poderoso, justo, que odia el pecado y que cuando lleva a cabo su juicio, a pesar de ser bueno (v.7), consumirá con inundación impetuosa (v.8) y que hará consumación de tal manera que no tomará venganza dos veces (v.9), sino que sus enemigos serán consumidos como hojarasca completamente seca (v.10). 
Interesantemente, el profeta casi nos reta, casi se burla: si lee los vv.7-9 es casi como si dijera: "Dios es buenísimo y muy bondadoso, pero él consumirá a sus enemigos. ¡¿Qué?! ¿Se sorprenden? ¿Qué mal pensaban contra Jehová, que era un "mamita"? Él hará consumación y no va a tener que volver pa'trás a castigar".
Con todo, este capítulo de destrucción acaba diciendo: "He aquí sobre los montes los pies del que trae buenas nuevas, del que anuncia la paz". La paz que Él nos da ha costado.
Esto nos enseña que si bien el perdón de Dios es magníficamente magnánimo (lea 1 Corintios 13), no es para que nos hagamos los ciegos e ignorantes cuando alguien peca contra nosotros, sino para que reconozcamos el mal, abiertamente expresemos no estar de acuerdo con él y abiertamente decidamos no tomar en cuenta la ofensa.
Como en todas las cosas, la sabiduría es esencial
¿Cómo aunamos ambas realidades? Siendo sabios: Jesús mismo nos manda a ser mansos como palomas, pero prudentes como serpientes a la hora de tratar a/con nuestro prójimo (Mateo 10:16). Si tenemos que cambiar nuestro comportamiento para con una persona debido a sus (repetidas) ofensas, lo haremos; pero no será por venganza, no será por falta de amor (de hecho, cambiando el comportamiento, debemos hacerlo como una muestra de amor), será porque la prudencia lo exige.
Sobre esto podríamos pasarnos meses hablando, pues la sabiduría viene en cajitas personalizadas para la ocasión: no se produce en serie. En sentido general, asegurarnos de tener un buen conocimiento de la voluntad de Dios (i.e. debemos mantenernos en constante estudio de la Biblia) y asegurarnos de pedirle a Dios que nos ayude a utilizar ese conocimiento correctamente. 
La Biblia -es cierto- no habla, en específico, acerca de todos los temas habidos y por haber, pero (1) hay lineamientos generales que podemos aplicar; y (2) cuando andamos con una persona, aprendemos sus gustos y disgustos (incluso, nuestro carácter se moldea a ellos mientras más cercana sea esa persona –y viceversa), al punto que podemos predecir si algo le gustará o no, incluso si nunca la hemos visto expuesta a esa cosa/situación (e.g. cuando alguien le trae un regalo y le dice "Lo vi y me acordé de ti").
¿Cómo conseguimos perdonar así?
Para perdonar así, es necesario haber sido perdonado así. No hay manera en que uno perdone como Dios nos exige que perdonemos (i.e. como Él perdona), si este perdón es la consecuencia de tener algo que no tenemos. Para ello, es necesario que contemplemos el grado de misericordia que Dios ha tenido con nosotros:
El problema
Dios es tan santo y tan perfecto que, a sus ojos, nuestras mejores obras son trapos sucios de sangre de menstruación (Ezequiel 16:37). De hecho, Él es tan santo, tan apartado del pecado, que los ángeles que están cerca de Dios tienen –no dos alas– seis alas: necesitan dos para volar, y cuatro adicionales para tapar sus ojos (pues la gloria de la santidad de Dios es tal que no pueden verla) y tapar sus pies (que son la parte menos limpia del cuerpo –recuerde que en aquel tiempo todo era calizo y tierra) (Isaías 6:2-3). 
Nosotros no podemos ver la santidad de Dios; la Biblia es explícita al respecto: si lo hacemos, moriríamos (Éxodo 33:20). El gran Moisés no pudo ver a Dios; Daniel, el profeta, quien fue llamado "amigo mío" por Dios mismo, cayó como muerto cuando Dios le habló; y a Juan, cuando vio a Jesús en su gloria, tuvo éste que venir a pararlo, porque cayó desmayado a sus pies.
Lo preocupante del asunto es que cuando la Biblia habla acerca de las obras de la carne, del pecado, dice: "Manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios" (Gálatas 5:19-21). 
Algunas de estas cosas están lejos de nosotros -como la hechicería, por ejemplo- pero lascivia, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, envidias, etc., son cosas que hacemos a diario; y si tomamos en cuenta que mirar a un hombre/una mujer para desearlo/la es adulterar con él/ella (Mateo 5:28), y que cuando nos enojamos contra alguien somos culpables de matarlos (Mateo 5:21-22), también agregamos a la lista. 
Sin olvidar que toda nuestra vida ha sido de completa idolatría: nos pasamos viviendo para otras cosas que no son Dios y, en particular, nos la hemos pasado viviendo para nosotros mismos, para lo que nos gusta, para lo que nos conviene; somos nuestros propios dioses: las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia (¿y quién no tiene cualquiera de éstos en el mejor de sus días?) son idolatría y por cosas como esas es que la ira de Dios desciende sobre los hombres (Colosenses 3:5-6).
Romanos 1:29-31 nos da una lista bastante completa también: injusticia, fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios, contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores, aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males, desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia. 
¿Cuál de estos no tenemos? Quizás podamos excluir algunas, si somos sinceros con nosotros mismos. Y no nos olvidemos de sumar "aborrecedores de Dios" a la lista de lo que sí somos, pues Jesús fue bien claro en este aspecto –"El que no es conmigo, contra mí es" (Mateo 12:30; Lucas 11:23)– y, en la mente de Pablo, un pecador sin Cristo es lo mismo que un enemigo de Cristo (Romanos 5:8,10). 
Encima de todo, para ser condenados basta con ofender en un solo punto, cualquiera de ellos, una única vez (Santiago 2:10-11), porque la ley es una unidad (por eso se puede resumir en un solo mandamiento: amarás a Dios).
Dios se lo toma muy en serio
Un último versículo que ayuda a entender lo serio que Dios (y Jesús) se toman todo esto es Mateo 12:36, que dice, textualmente, "que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio". Ese me hiela la sangre. No es, ni siquiera, "de toda mala palabra": la traducción literal del griego es "toda palabra sin necesidad, dicha porque sí, sin propósito. Jesús no pasará nada por alto ese día: el Cordero que vino a morir por los pecados es el mismo que estará sentado en el trono diciendo "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles" (Mateo 25:41). 
¿Sabe que de las 13 veces que aparece la palabra "infierno" en el Nuevo Testamento, 11 ocurren en la boca de Jesús? ¿Y que 2 de las 3 veces que aparece "fuego eterno" es Él que las dice? ¿Y que las únicas 6 veces que aparece la frase "lloro y crujir de dientes" es él quien la usa? Jesús no juega con el asunto.
Y el problema no es que nuestros pecados sean grandes o pequeños. 
El problema es que a quien hemos insultado es al Dios que creó el universo y que lo sostiene apenas con su palabra. Y no solamente lo hemos insultado, sino que, para Él, nuestro insulto ha sido como "inmundicia de mujer menstruosa" (Ezequiel 36:17) (en eso es que entra la comparación, pues así considera Dios nuestro pecado, nuestra idolatría). El tamaño del insulto se mide por la calidad del insultado: no es lo mismo escupirle a un perro que escupirle a un rey. Y cuando un ser finito en sus cualidades peca contra un ser infinito (en todos los sentidos), el insulto se hace infinito, la culpa se hace infinita y el castigo se hace infinito, haciendo necesaria la eternidad para que pueda ser pagada la deuda: es la única manera en que se hace justicia. Eso, o la paga un ser infinito en sus cualidades.
Por ende, la necesidad de un Salvador
Por eso es que, si queremos estar con Dios, es necesario que Jesús pague por nuestros pecados. 
No podemos pagar por nosotros mismos: no importa cuántas veces un asesino deje de matar, eso no va a revivir al muerto; no importa cuántas buenas obras hagamos, nacimos en/con pecado y hemos cometido (muchos) pecado(s) –y cada día hacemos la suma más grande. 
Es como una deuda en el banco que no podemos pagar y que crece, y crece, y crece, y que tratamos de pagar, pero que, no importa qué hagamos, crece, y crece, y crece. 
Por eso Dios proveyó de un Salvador, y por eso es que encuentra salmos como el Salmo 103… Léalo de nuevo: ¡David casi brinca de alegría! ¡No cabe dentro de sí! Ese es el patrón que vemos en la Biblia. No es "un ejemplo" a seguir… Es simplemente su reacción. Si Cristo no paga, no hay absolutamente nada que hacer: el camino es inexorable.
Esa es la urgencia que tiene todo el Nuevo Testamento acerca de que confiemos en Cristo, de que tengamos fe en Él. No es que los tipos que escribieron estaban locos… Es simplemente que vieron lo que, por lo general, no se ve. Es que vieron el ejército enorme que se acerca y están dando voces para que dejemos de estar trabajando tranquilos en el campo y entremos a la fortaleza antes de que nos arrollen y consuman. Nahúm es bien claro al respecto: "El hará consumación; no tomará venganza dos veces de sus enemigos. Aunque sean como espinos entretejidos, y estén empapados en su embriaguez, serán consumidos como hojarasca completamente seca… Mas acerca de ti mandará Jehová, que no quede ni memoria de tu nombre; de la casa de tu dios destruiré escultura y estatua de fundición; allí pondré tu sepulcro, porque fuiste vil" (Nahúm 1:9-10,14).
El perdón que necesitamos conocer
Ese es el perdón de Dios, que habiendo nosotros despreciado su gloria, Él decidió dejar su trono, hacerse hombre, morir por nosotros (y morir en una cruz). 
El perdón de Dios es que, sabiendo lo que significaba soportar la ira totalmente pura, sin diluyentes de misericordia, de un Dios todopoderoso, Él decidió llevarla por nosotros. 
El perdón de Dios es que cuando nosotros no queríamos saber de Él, Él murió por nosotros. 
El perdón de Dios es que él fue despreciado y desechado, varón de dolores, experimentado en quebranto; es que escondimos de él el rostro, menospreciándolo; y, como quiera, él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores, él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestro pecado; el castigo de nuestra paz fue sobre él y por su llaga fuimos nosotros curados. 
El perdón de Dios es que todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino, pero Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros; y él, angustiado y afligido, no abrió su boca: como cordero fue llevado al matadero y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció y no abrió su boca. 
El perdón de Dios es que, no queriendo nosotros saber de él, él sale a buscarnos y nos llama, y nos sigue llamando, y nos ha dado en Él todas las cosas, si quisiéramos aceptarle. Me encanta como Jesús lo pone: "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo" (Apocalipsis 3:20). 
El perdón de Dios es que siendo sus enemigos, él nos ha hecho sus hijos..
Si no comprendemos eso y lo hacemos nuestro, perdonar a los demás es imposible. Si lo comprendemos y lo hacemos nuestro, es cuestión de amarrarnos los pantalones e imitar a nuestro Padre y dar de gracia lo que de gracia hemos recibido, acordándonos de lo mucho que él nos ha dado. "En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros" (1 Juan 4:10-11).
Algunos ejemplos para aterrizar
Caro me hiere, profundamente. ¿Cómo obvio eso en mi trato con ella? Aplico todo lo visto arriba y dejo de pensar tanto en mis derechos, en mis sentimientos, en lo que ella me hizo y en cómo ella me faltó; y lucho por recordar el amor de Dios por mí y lucho por amarla, no por lo que ella hace, sino por quien ella es. ¿Algunos días será más difícil que otros? Sí. ¿Se hará más fácil? Puede que sí, puede que no, pero esa no es la cuestión: al que resistiere hasta el final le será dada la corona. ¿Cómo tengo más chances de vencer y amar como fui amado? Siendo constante (no solo con Caro, sino con todos): si uno va al gimnasio una vez al mes, siempre será difícil; pero si uno va todos los días, se hará placentero. Es un estilo de vida, no una acción.
El hombre es infiel. Una y otra, y otra vez. ¿Debe ella perdonar? Sí. ¿Significa esto que ella dejará que le pongan cuernos 5 ó 6 veces más? No necesariamente. Requiere sabiduría. Puede que, por amor a los hijos e, incluso, por amor al alma del marido, lo más sabio sea que ella se le plante al marido, con santidad y palabras probadas le recuerde que estuvo mal y le haga ver las heridas que ha causado, y que le explique que ella lo perdona por amor a Dios y a su alma, y que a pesar de que está en derecho de separarse, preservará el matrimonio por amor a Dios y a los demás. O puede ser que es evidente que el individuo tiene la conciencia cauterizada, que no le importa la esposa y que sólo piensa en su lujuria; en ese caso, puede que lo más sabio sea que -igual- ella hable con él y concluya explicándole que lo perdona y quiere, pero la prudencia exige que se separe de él. Es necesaria mucha oración y lectura en cualquiera de estos casos.
Un compañero maltrata mi computadora porque no se preocupa en cuidarla, y no es un hecho aislado, sino un patrón de vida. ¿Qué hago? Aplico lo que le he escrito. Asegurándome (delante de Dios) que mi motivación sea pura y que no esté guiada mas que por amor a Él, hablo con él y le explico que, a pesar de querer prestársela, no me puedo dar el lujo de que se me dañe; por prudencia no se la presto. Vale… está sujeto a cambios: si la necesita para un súper trabajo que significa la nota final y que es para dentro de 3 h, claro que se la presto (aunque probablemente me quede por ahí cerca…).
Espero haberles respondido :) ¡Pasen buenas noches! Se les quiere de gratis.
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Persio D. López

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