El corazón del sabio enseña a su boca, y añade persuasión -o saber- a sus labios.
Una persona sabia es incapaz de ocultar su sabiduría, será muy obvia en su hablar. Pero tampoco desperdiciará su saber: habrá enseñado a sus labios y a su boca cómo conducirse.Las palabras y la forma de hablar revelarán sabiduría o insensatez, porque de igual manera la persona necia será incapaz de ocultar su estupidez (Eclesiastés 10:12-13).
¿Quieres ser grande delante de Dios y de los hombres? Es indispensable tener corazón bueno y honesto. Porque de él mana la vida. Intenciones puras, nobles y sabias pronto enseñarán a tener dominio propio, en especial al hablar. Porque las palabras impactan, para bien o para mal.
¿Deseas ser árbol de vida? La lengua apacible es árbol de vida, mas la perversidad en ella quebranta el espíritu (Prov. 15:4). ¡Dios nos ha dado lenguas para algo más que pasar la comida por la garganta! Nos ha dado lengua para glorificarle a El, para consolar y ayudar a otros, y por eso la llama “nuestra gloria” (Salmo 30:12; 108:1; Colosenses 3:16). ¿La usamos bien?
¿Limitas tus palabras? (Proverbios 10:19; 17:27-28).
¿Eres lento para hablar? (Santiago 1:19; Proverbios 29:20)
¿Estudias antes de hablar? (Proverbios 15:28; 18:13)
¿Eres amante de la gracia? (Proverbios 22:11; Eclesiastés 10:12; Colosenses 4:6)
¿Enseñas a otros? (Proverbios 22:17-21; 1 Pedro 3:15; Proverbios 16:24; Efesios 4:29).
¿Sabes consolar? (Proverbios 25:20; 1 Tesalonicenses 5:14; Job 16:2)
¿Te apartas de la mundanalidad al hablar? (Eclesiastés 7:1-6; Efesios 5:3-5)
¿Guardas la reputación de otros? (Proverbios 6:16-19; 25:23).
Bien hablar implica limpieza de corazón. Porque de él manan nuestras palabras. Si el corazón no es regenerado, nacido de nuevo, nuestras palabras nunca lo serán. Confesemos pues a Dios la necedad y malos pensamientos y oremos que El conceda poner guardia a nuestros labios y boca (Salmo 19:14; 139:23-24; 141:3; Isaías 6:5).
Después, en oración, llenemos el corazón de las palabras de
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