Veamos algunos síntomas de amargura:
- La amargura recuerda los detalles. Tu has tenidos miles de conversaciones y experiencias en tu vida, la mayoría de las cuales haz olvidado, pero esta ofensa en particular sucedió hace cinco años y recuerdas casi todos los detalles. Recuerdas sus palabras, donde estaban, la manera como te lo dijo y hasta el tono de su voz. Si recuerdas todos esos detalles de una ofensa contra ti entonces tienes amargura.
Podrías decir que es que tienes una buena memoria. Es posible pero poco probable. Lo que permite que recuerdes detalles de cosas que sucedieron hace cinco años es que lo has repasado muchas veces en tu mente. Y si está relacionado con una ofensa de alguien contra ti esa súper memoria indica que lo has repasado mucho en tu mente y lo repasaste porque no lo has perdonado.
Esto sucede con frecuencia con parejas que están en un proceso de divorcio. Hubo momentos felices en su matrimonio, pero ahora no pueden recordar ni uno de esos momentos. ¿Es porque realmente no tuvieron ni un momento feliz? No, sino más bien porque han repasado tanto los conflictos y dificultades que es lo único que recuerdan.
Tal vez sólo lo repasaste en tu mente durante unos meses después que sucedió, pero lo repasaste tanto y tan bien que todavía lo recuerdas muy bien y como no has perdonado, como no lo has soltado, todavía está fresco.
- Otro posible síntoma de la amargura es el desánimo. El mismo texto de hebreos contiene una exhortación a levantar las manos caídas y las rodillas paralizadas. Esto es porque los pecados de los demás contra nosotros tienden a desanimarnos y muchas veces ese desánimo está ligado a un espíritu de amargura.
- Ve el pecado del otro como la causa de sus problemas. Esaú culpó a Jacob por todos sus males, pero Esaú fue quien menospreció su primogenitura intercambiándola por un plato de comida. La persona amargada está tan enfocada en la ofensa y el pecado del otro que muchas veces no ve ni admite sus propias contribuciones al conflicto.
- Simplemente no puedes tener una relación normal de amor con la persona que ha pecado contra ti. Tal vez tu manera de manejar la amargura es la siguiente. El hermano Roberto te ofendió y para no decirle tres cosas, para no alterarte, simplemente lo evitas y piensas que con eso has pasado por alto la ofensa. Si Roberto se sienta abajo tu te sientas en el mezanine. Si Roberto está parado en la puerta trasera y quieres salir, sales por delante aunque tu vehículo esté estacionado detrás. Y si en alguna ocasión se ven de frente y no hay escapatoria lo saludas, pero ya. Eso no es pasar por alto, eso no es perdonar, eso es tapar la amargura. Tienes el mismo corazón de amargura y lo único que estas haciendo es evitar circunstancias que pongan en manifiesto la pudrición de amargura en tu corazón.
Una misionera llamada Amy Carmichael dijo lo siguiente: “No importa cuan fuerte sacudas una copa llena de agua dulce, nunca salpicará agua amarga”. Cuando los pecados de los demás nos sacuden vamos a salpicar lo que tengamos dentro.
Resolver el problema de amargura no es poner tu copa en un lugar estable donde no pueda ser sacudida, sino sacar todo rastro de agua amarga de tu copa y sustituirla por agua dulce de tal manera que no importa que tan fuerte te agiten siempre salpicarás agua dulce.
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