En esta sección Calvino responde a una objeción y aclara una confusión sobre la doctrina bíblica de la providencia.
Responde a aquellos que dicen “que el plan de Dios no es firme ni seguro, sino sujeto a cambios en respuesta a la disposición de las cosas”. Estas personas razonan de dos formas:
1) citan pasajes que hablan del “arrepentimiento” de Dios (por ejemplo Génesis 6:6, 1 Samuel 15:11, Jeremías 18:8).
Calvino muy astutamente observa que cuando 1 Samuel menciona a Dios arrepintiéndose (v.11), la Escritura de inmediato establece que EL no se arrepiente (v.29). Concluye de estos pasajes que “la manera de acomodar es Dios representándose a sí mismo no como El es, sino como nos parece a nosotros” (1.17.13). “Arrepentimiento” aplicado a Dios significa solo el “cambio de acción” que, en el mundo de los hombres, se desprende del arrepentimiento humano. Debido al immutable y eterno decreto de Dios desarrollado en el tiempo, pareciera a los ojos humanos como una secuencia de “cambio respecto a las acciones de Dios”, y por esto la Escritura menciona a veces el “arrepentimiento” de Dios.
2) Otra razón por la que algunos dicen que el decreto de Dios es contingente sobre la acción humana es que “la destrucción anunciada a Nínive fue remitida” (1.17.14).
Calvino nos recuerda que tal remisión debe ser entendida por el resultado del arrepentimiento de los ninivitas pues existía “una condición tácita” en la amenaza del profeta. “Agradó al Señor que la amenaza produjera arrepentimiento qn aquellos que se aterrorizaron, de modo que escaparan al merecido juicio por sus pecados” (ibid).
Una confusión frecuente y de muchos sobre la Providencia, es que el mal sucede por la permisividad, pero no por la voluntad de Dios. Esto, dice Calvino, es representar a Dos como sentado “en una torre de vigilancia, esperando que ocurran los eventos, y que sus juicios dependan de la voluntad humana” (1.18.1). Dios no es tal espectador, razona Calvino. Dios decreta y comanda la ejecución de todas las cosas –las calamidades de Job, el espíritu malo de los profetas en la corte de Acab, los juicios de Israel y Judá por Asiria y Babilonia, y la crucifixion de Cristo (ibid). La voluntad de Dios es la “causa” incluso del endurecimiento de pecadores (1.18.2).
En resumen, “puesto que decimos que la voluntad de Dios es la causa de todas las cosas, he hecho de su providencia el principio determinativo de todos los planes y obras humanas, no solo para mostrar su fuerza en los elegidos -gobernados por el Espíritu Santo-, sino para compelir el impío a la obediencia” (ibid).
Blog 38: 1.17.12 – 1.18.2 http://www.reformation21.org/calvin/2009/02/blog-38-11712-1182.php
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Invitamos a publicar comentarios. Apreciamos que en todo lo haga con cortesía y respeto buscando la edificación.