Cristo redefinió por completo liderazgo y líneas de autoridad. La verdadera autoridad espiritual no se halla en la posición o el título, sino en la toalla.
Es preciso distinguir con claridad ambos conceptos, si queremos entender y practicar un servicio verdadero, genuino.
Servicio genuino | Servicio en autojusticia |
Ministra de modo sencillo, en fidelidad, porque hay una necesidad. Sabe que “sentir la necesidad” es un obstáculo al servicio verdadero. El servicio disciplina los sentimientos, no al revés. | Dependiente según el temperamento o el estado de ánimo. Sirve cuando “siente” la necesidad (cuando es “movido por el Espíritu”, dirán algunos). |
Servir es su estilo de vida. Proviene de un patrón de conducta entretejido en los hilos de la vida diaria. Surge de modo espontáneo para suplir la necesidad humana. | Es temporal. Funciona solo cuando realiza actos específicos de servicio. Luego de servir toma descansos. |
Con libertad, puede retener o realizar un servicio. Escucha con paciencia, es sensible a la necesidad, antes de actuar. Puede incluso servir al esperar en silencio | Es insensible. Insiste en satisfacer la necesidad aun cuando hacerlo resulte destructivo. Demanda la oportunidad para ayudar. |
Construye | Fractura |
Más que ninguna otra cosa, se requiere que la gracia de la humildad trabaje en nosotros a través de la disciplina del servicio. Humildad, como sabemos, es una de esas virtudes que nunca se alcanza buscándola. Mientras más la perseguimos, más distante se coloca. Creer que la tenemos es evidencia segura de que no es cierto. Tristemente, luego caemos en el error de pensar que como no podemos hacer nada para ganar esta preciosa virtud cristiana, pues mejor no hacer nada.
Pero hay algo que sí podemos hacer. De todos los deberes, la disciplina del servicio es el camino que conduce a crecer en humildad.
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