Francisco de Asís decía que “de todas las gracias y dones del Espíritu Santo dados por Cristo a sus amigos, sobresale con mucho el conquistarse a uno mismo y voluntariamente soportar sufrimiento, insultos, humillaciones y durezas por amor a Cristo”.
Servicio en la plaza del mercado
Servicio no es una lista de cosas que hacemos, aunque al servir descubrimos cosas por hacer. Tampoco es un código de ética. Servicio es una forma de vida. Realizar actos específicos de servicio no es lo mismo que vivir en la disciplina de servir. Una cosa es actuar como siervo y otra muy diferente ser un siervo. Es decir que, como en las otras disciplinas, alguien podría engañarse al tener una maestría en la mecánica del servicio pero sin experimentar la disciplina en sí.
No es suficiente enfatizar la naturaleza interna del servicio. Para que el servicio sea servicio debe tener en cuenta la forma y manera del mundo en que vivimos. Es importante que busquemos percibir cómo luce el servicio en el supermercado de nuestra vida diaria.
Está el servicio hecho en lo secreto. Incluso figuras muy públicas pueden cultivar tareas de servicio que permanecen desconocidas. Trabajar en lo secreto es reprensión de la carne, disminuye el orgullo grandemente.
En principio podría parecer que tal servicio es sólo en beneficio de la persona que recibe. No es así. Los ministerios anónimos afectan incluso a personas que no saben nada de ellos: estas personas perciben el amor profundo y la compasión aún cuando no sepan la razón, reciben inspiración a una devoción mayor pues se dan cuenta que la fuente del servicio es más profunda de lo que se ve.
Es un ministerio que todo el mundo puede hacer. Que llena de celebración y gozo a cualquier comunidad.
Está el servicio de las pequeñas cosas. Igual que Dorcas, hallaremos el modo de hacer “túnicas y vestidos para las viudas” (Hechos 9:39). Las grandes virtudes y las pequeñas fidelidades son como el azúcar y
¿Quieres ser fiel en esto? Sabe que naturaleza no te dará tiempo a respirar y has de morir a todas tus inclinaciones. ¡Cien veces mejor hacer un gran sacrificio a Dios, no importa cuán violento o doloroso, a condición de que fuésemos liberados y poder seguir gustos y hábitos legítimos en cada detalle!
Pero en el espíritu pronto descubriremos que los verdaderos asuntos se encuentran en las “esquinitas”, en los insignificantes y pequeños detalles de la vida diaria. Nuestra infatuación con los “grandes hechos” nos ciega.
El servicio de las pequeñas cosas confronta nuestra pereza e indulgencia porque ellas son los asuntos centrales de
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