ENCUENTRO CON RANDY
Una figura se acercaba con lentitud. Evangelista decidió esperar y lo saludó cordialmente, contento de hallar un viajero y poder conversar. Me contó luego que el hombre se llamaba Randy. “¿Hacia dónde va?” preguntó Evangelista.
“Mmm… a ningún lugar en especial. Donde haya mujeres, allá voy”.
-Oh, ¿por qué?
El hombre se rió. Y su risa parecía estar llena de burla y socarronería. “¿Vaya, por qué me preguntas por qué? ¿No sabes? Un hombre necesita un poco de vez en cuando”.
Evangelista respondió con seriedad: “¿Te refieres a fornicación?”
-“¡¿Fornicación?! ¡Lo dices como si fuera la peste! El sexo es normal y saludable”.
“Tienes razón –respondió Evangelista- el sexo es normal y saludable. Pero yo no te pregunté sobre el sexo, sino sobre fornicación”.
Randy se rió otra vez. “¿Ajá, y cuál es la diferencia?”.
“¡Dios! ¡Dios! ¿y qué tiene que ver Dios con el sexo?”
“Vaya -respondió Evangelista- es como si preguntaras qué tiene que ver Tomás Edison con los bombillos. Dios inventó el sexo. El fue quien lo diseñó”.
-“¿Entonces por qué ustedes los cristianos se meten tanto con lo del sexo, eh? ¡Les encanta decir y opinar quién debe dormir con quién y quién no!”.
–Pues claro que sí, respondió Randy.
“¿Si tuvieras oportunidad, lo frenarías?” –¡por supuesto!- “¿Lo harías como amigo del arte o como enemigo del mismo?” –como amigo, claro, se impacientó Randy.
Triunfante, Randy contestó: “no tendría que responderle; ¡la acusación es absurda!”.
“Es obvio que no conoces a muchos cristianos”, dijo Evangelista.
Evangelista sonrió esta vez, y negó con su cabeza al tiempo que hablaba: “no defenderé las reglas, no son mías sino de Dios; El las aplica y defiende según considere. En cuanto a tu acusación de envidia, te diré una cosa más: si veo a un hombre de 400 libras de peso en la calle, ten por seguro que no envidio para nada el placer adicional que haya tenido al comer; así, tampoco envidio el placer que tú hayas sentido en la cama”.
De nuevo, Evangelista sonrió: “temo que tu analogía es falsa, no es como comprar un disco sino más bien un instrumento y aprender a tocarlo; si hay compromiso, el aburrimiento no será un peligro”.
“Tienes un hábito que te ha esclavizado a tus deseos. Es comprensible. Pero ¿por qué te jactas de ello?”.
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