Sea que sí nos demos o no nos demos cuenta, todos tenemos creencias básicas sobre quién somos, de dónde venimos, hacia dónde vamos. Es inevitable. Tener visión del mundo es comparable a tener ojos: no pensamos en si podemos ver o no, simplemente vemos, y lo hacemos todo el tiempo.
Pero nuestra visión revela los compromisos religiosos fundamentales que tenemos. Porque cual es su pensamiento [del hombre] en su corazón, tal es él (Proverbios 23:7). Es desesperadamente importante que como cristianos tengamos una visión plenamente cristiana del mundo en que vivimos –no sólo a ciertas horas o ciertos días-, sino todo el tiempo.
¿Nos vemos a nosotros mismos como Dios nos ve? ¿Vemos al mundo que nos rodea como Dios lo ve? ¿O tenemos perspectivas diferentes? ¿Corresponde nuestra visión del mundo con lo que el mundo es en realidad? ¿De acuerdo con lo Dios dice?
En la postmodernidad actual mucha gente proclama que la realidad misma es plástica, o que el universo se ajusta tarde o temprano a nuestra manera de ver las cosas. Que hay tantos mundos así como hay tantas visiones del mundo.
Pero esto no es cierto.
Lo descubrimos tan pronto como queremos imponer nuestra opinión. O cuando las dificultades de la vida diaria tocan y rompen las aristas de nuestro muy particular modo de ver la vida. Quien dice que todos tenemos derecho a libertad incondicional e irrestricta y quien dice que necesitamos al menos algún tipo de freno moral o social, por ejemplo, son personas que mantienen visiones opuestas. Ambas posturas no pueden ser ciertas al mismo tiempo. Alguien tendrá qué ceder."
Meditar no es algo complicado o misterioso. Pero se construye o medita sobre lo ya existente -una verdad muy obvia. Y si somos de la casa, ya tenemos los requisitos, entonces meditemos en lo que significa disponer de vision centrada en Cristo. Y vivamos de acuerdo a este conocimiento.
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