jueves, 24 de septiembre de 2009

2. Salud y Experiencia Pastoral

Pastor, ¿cómo puedo ayudar? Multitud de feligreses hicieron esta misma pregunta al gran predicador Charles Haddon Spurgeon. Su respuesta fue establecer una iglesia que oraba y servía. Su ministerio se convirtió en el más grande trabajo evangélico conocido, fundamentado en la oración, desde los días de la era apostólica.

Cómo ayudar a tu Pastor

Entendimiento. Desarrollar entendimiento y sensibilidad al estrés y a las demandas de la obra de un pastor es el primer paso.

Oración. En segundo lugar, orar port u Pastor. Un muy activo ministerio de oración que soporte su trabajo evangélico es vital para la salud de pastores e iglesia por igual.

Crecimiento. Tercero, madurez en la fe. Crece y trabaja para preservar la obra de Dios a tu alrededor. No contribuyas a confusión, murmuraciones, actitudes de amargura. Involúcrate en actividades, servicio, contribuciones financieras… acciones vitales para la buena salud de la misión de proclamar a Cristo en tu comunidad y el mundo.

Liderazgo. Finalmente, fé en acción es servir a otros por encima de los deseos personales, en apoyo al ministerio de la iglesia. No te involucres tan solo en el ministerio; trabaja activamente con los líderes para proveer impulso saludable al ministerio y para convertirte en predicador personal de los caminos de Cristo!

Los pastores son humanos

Tus pastores pueden hallarse exhaustos física, emocional y espiritualmente. De nuevo, C.H. Spurgeon compartió sus quejas y tribulaciones para demostrar que en sus debilidades se magnifica la fortaleza de Cristo. Spugeon sufrió agonías espirituales, murmuraciones, menosprecio, la carga de predicar, episodios depresivos, carga ministerial, aflicciones físicas derivadas de ataques de gota, presión arterial elevada y enfermedad de sus riñones.

Salvado de mucho, llamado a mucho

La base de su jornada fue el sufrimiento, y en sus propias palabras nos ofrece una imagen clara de su agonía previa a la conversión: “la justicia de Dios, como reja de arado, aró mi espíritu”. “Estaba condenado, deshecho, destruído –perdido, sin ayuda, sin esperanza- delante del mismo infierno… oré, pero sin hallar paz o respuesta…”. Nos enseña con su vida que los sufrimientos presentes en el ministerio no fueron comparables con la devastadora amargura de alma que experimentó antes de ser de Cristo. Esto le enseñó a perseguir la santidad de Dios y aborrecer la vida pecaminosa.

Murmuración y menosprecio van con el territorio

Durante los primeros años de su ministerio Spurgeon sufrió intensas murmuraciones y menosprecios, y su respuesta fue: “Si se me permite decirlo con toda verdad, ‘fui enterrado con Cristo 30 años atrás’, o sea que debo estar muerto. Ciertamente el mundo lo creyó así, pues poco tiempo después de mi entierro con Jesús cuando empecé a predicar en Su nombre, y para la época en que el mundo pensó que yo había desaparecido, hasta dijeron ‘ya apesta’. Comenzaron a hablar toda clase de iniquidad contra el predicador; pero mientras más apesto a su nariz más me gusta, porque esto indica que en verdad estoy muerto para el mundo”.

El demoledor golpe del menosprecio

Spurgeon de nuevo: “A menudo caigo sobre mis rodillas mientras me sube el calor ante la última murmuración derramada en mi contra; en agonía de tristeza se ha roto mi corazón…” “Espero poder decir de todo corazón que si he de ser basura de la calle, si el hazmerreír o bufón de todos, si la canción del que se emborracha, y con esto ser de mayor servicio a mi Maestro, y más útil a Su causa, prefiero ser así y no estar frente a multitudes o buscar el aplauso que los hombres puedan darme”.

No contribuyas a los sufrimientos de tu pastor o de tus pastores, ni con murmuraciones, ni con golpes bajos, ni con menosprecio. En lugar de esto, ¡ven a las trincheras, colabora!

John Catanzaro. http://theresurgence.com/how-to-help-your-pastor

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