viernes, 9 de enero de 2009

HASTA AQUÍ NOS AYUDÓ EL SEÑOR (1ª Samuel 7:12)

La expresión “hasta aquí” se asemeja a una mano que señala el pasado. A través de la pobreza, a través de la riqueza; a través de la enfermedad, a través de la salud; en la patria, en el extranjero; en la tierra, en el mar; en honra y en deshonra; en tristezas, en gozo; en aflicción, en triunfo; en oración y en tentación; en el hogar que teníamos y en el hogar que ya no tenemos… “hasta aquí nos ayudó el Señor”. 

Pero esta expresión: “hasta aquí”, apunta también “hacia delante”, “a partir de aquí”. Cuando una persona levanta cierta señal y escribe en ella “hasta aquí”, indica que aún no llegó al fin y que, por lo tanto, tiene todavía que recorrer cierta distancia. En ese recorrido habrán más pruebas, más alegrías; más tentaciones, más triunfos; más oraciones, más respuestas; más fatigas, más fuerzas; más luchas, más victorias.
Después vendrán las enfermedades, los achaques y la muerte. ¿Y con esto se termina todo? ¡No! Hay más todavía: el despertar a la semejanza de Dios, los tronos, las arpas, los cantos, los salmos, los vestidos blancos, el rostro de Jesús, la compañía de los santos, la gloria de Dios, la plenitud de la eternidad y la inmensidad de Su gloria. 

¡Anímate, creyente! Y con agradecida confianza levantemos nuestro “Ebenezer”, o sea, “nuestra piedra de ayuda” que es Jesús, pues el que nos ayudó hasta aquí, nos ayudará hasta el fin de la jornada. La fidelidad del Señor es eterna, su misericordia es nueva cada mañana. Dios nos ama tal como somos y estamos; nunca miente, sus promesas son verdaderas, su pacto con nosotros es eterno.

¿Recuerdas estas promesas que te hizo durante el año?: 

“En este instante estoy pensando en ti”; “Nunca te dejaré, jamás te abandonaré”; “No temas, Yo estoy contigo, Yo Soy tu ayuda”; “Yo Soy tu consolador”; “Yo estaré contigo en las tribulaciones”; “Yo curaré tu heridas”; “Yo daré nueva vida a tus hijos”; “Mis ojos están puestos en ti”; “Yo levanto tu cabeza, no te humillarán”; “Mi Paz te dejo, Mi Paz te doy. No se turbe tu corazón ni tenga miedo”; “Yo te sostendré y te libraré”; “Tú eres mi siervo, mi elegida”; “Yo hago nuevas todas las cosas”; “Yo te daré consejos y velaré por ti”; “Otra vez abriré caminos en tu soleda y ríos en tu desierto”; “Yo Soy tu Señor, tu Salvador”; “Yo bendeciré el trabajo de tus manos”; “No te angusties, Yo Soy tu Dios que te esfuerzo”; “Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré”; “Yo te escogí y no te deseché”; “Pon tu esperanza en Mí”; “Yo te libraré de las tristezas”; “Yo mismo me ocuparé de todos los que te oprimen”; “Construirás casas y vivirás en ellas”; “Mía es la venganza, Yo pagaré”; “Ninguna arma forjada contra ti prosperará”; “Yo concederé los deseos de tu corazón”; “Mi Presencia irá contigo”; “Yo mismo iré delante de ti”; “Te protegeré por dondequiera que vayas”; “Con amor eterno te amo”; “Aún en la vejez, Yo te cuidaré y te sostendré”; “Yo estoy de tu parte, Yo te ayudaré”; “Yo perdono tus pecados y sano tus enfermedades”; “Te cuidaré como a la niña de mis ojos”; “Yo te daré salud y te curaré y te sanaré”; “Yo enjugaré tus lágrimas”; “Yo te haré gozar de Mi salvación”; “Yo nunca me olvidaré de ti”; “Yo no tardaré en hacerte justicia”; “Yo sanaré a tu nación”… “Yo, estoy a la puerta y llamo. Si tú oyes Mi voz y abres la puerta de tu corazón, Yo entraré en él y cenaré contigo, y tú conmigo.” 

Cuán maravilloso es el panorama que la expresión “hasta aquí” presenta a nuestros ojos, cuando la consideramos a la luz de nuestro único y suficiente Señor y Salvador personal: JESÚS.                Carlos H. Spurgeon. Tomado de  www.perlaspreciosas.org

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