JANICE Y
Una figura solitaria se acercaba lentamente. Pude ver que era una mujer. Evangelista sonrió y la saludó, al tiempo que procuraba entregarle un pequeño folleto, que ella declinó mientras aceleraba su caminar.
¿Está segura que no quiere hablar de ello? Inquirió nuestro conocido personaje.
–“Sí, absolutamente”.
-Mmm, quizás sea lo más sabio –dijo Evangelista.
“Simplemente que cuando alguien escucha la verdad antes de estar listo para recibirla, se endurece”.
“Vaya, eso pensé. El problema de ustedes los cristianos es que son como los nazis o cualquier otro grupo que proclama ser el ‘poseedor de la verdad absoluta’. Están tan seguros de su verdad como la única verdad, que llenan la tierra con sus disputas. ¡Me enferman! –y al gritarlo se dio la vuelta para continuar su camino.
“¿No me diga?” –la ironía era casi palpable en la boca de Janice.
“Excúseme, pero si no hay estándares absolutos, ¿Por qué pelearon los nazis? ¿Cómo sabe que ellos estaban equivocados?”.
“¡Por supuesto que estaban equivocados! ¡Mataron millones de gentes!” –fue la airada respuesta.
“Vaya, ahora es usted quien empieza a sonar como absolutista. ¿Por qué es malo matar millones de personas en Europa? Hay poco espacio y muchos países”.
La mujer miró a Evangelista como si estuviera frente a un loco.
“¿No estará diciendo que fue correcto hacerlo, eh?”.
La mujer guardó silencio esta vez.
“Los nazis son una buena ilustración histórica, pero busquemos algo más reciente. ¿Tengo razón al asumir que usted es feminista?”.
–“Tiene razón, lo soy” admitió Janice.
“Correcto, si usted no tiene estándares absolutos para medir lo bueno y lo malo, quiere decir que su oposición al maltrato se desprende de sus estándares personales, los cuales no dependen de nada ni de nadie excepto de usted misma”.
“No importa, aún así niego sus absolutos. Me opongo al maltrato porque a MI NO me gusta”.
“¿Se da cuenta que adopta una posición muy curiosa?”.
“¿Qué dice?!”.
“Quien le habla es un cristiano que cree todo lo que Pablo enseña sobre liderazgo y sumisión en el matrimonio, pero que también dice que el maltrato de la mujer por el hombre es absolutamente equivocado. Es erróneo en toda cultura, en toda familia y en todo tiempo. Dios juzgará, al igual que todo otro pecado en el Día Final. Usted es feminista, y sin embargo sólo es capaz de decir que es erróneo porque a usted no le gusta, como si fuera una preferencia personal”.
Janice levantó sus ojos, su actitud la de alguien que ya no quiere más.
“Cuando no hay estándares absolutos no disminuyen los conflictos entre los hombres. Pero lo que sí cambia es la naturaleza de tales conflictos. Cuando surja un problema, se resolverá sobre la base de quien sea más fuerte. El poder es el hacer. Al perdedor no le gustará lo que ha sucedido pero tampoco podrá objetar en contra. ¿Por qué? Porque su preferencia personal no tiene autoridad sobre la de su oponente”. –-“No entiendo” respondió la mujer.
-“Hey, ¡va muy lejos, no creo que ambas cosas sean comparables!
“Mmm, se oye absolutista otra vez. ¿Qué tiene de malo ser egocéntrico, arrogante y orgulloso?”.
–“Ohh!, por qué insiste en el mismo argumento?”
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