Así como la cruz es el símbolo de la sumisión, la toalla es el símbolo del servicio. Cuando Jesús reunió a sus discípulos para la última cena, ellos debatían entre sí sobre quién era el mayor. Un debate bastante viejo (Lucas 9:46).
¿Por qué discutían? Porque si alguno es mayor, significa que otro ocupa el último puesto. Y así es con cada uno de nosotros. Muchos sabemos que nunca seremos los primeros pero tampoco queremos ser los últimos.
Habían llegado al sitio y alguien debía lavar los pies de los demás. Estaban muy conscientes de que quien lo hiciera sería el último entre todos. De modo que ahí estaban, todos con los pies llenos de tierra, muy sentados. Un punto tan delicado que nadie ni siquiera lo mencionó. Ninguno quería ser considerado el último.
Entonces Jesús tomó una toalla y una vasija y redefinió la grandeza.
Habiendo vivido como siervo, Cristo les enseña ahora el cómo del servicio: pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis (Juan 13:14-15).
Luego preferimos oír el llamado de Cristo a dejar padre, madre, casa, tierra, por causa del evangelio y no oír su palabra [¡deber!] de lavar los pies. ¡Oh, la autonegación radical se siente como una aventura! Hasta existe la oportunidad del martirio glorioso. ¿Pero, lavar los pies…?
En el servicio cotidiano solo experimentaremos múltiples muertes pequeñas al caminar la milla extra. El servicio nos aterriza en lo ordinario, lo trivial, lo mundano [a nuestros ojos].
Pero al servir hallamos libertad. Servir nos capacita a decir “¡no!” a los juegos de promoción y autoridad. Elimina nuestra necesidad (y deseo) de ir en “fila india”, igual que los patitos detrás de la madre. Qué frase tan reveladora. En un corral no hay paz sino hasta que se determina con claridad quién va primero, quién va de último, y quién va en medio.
Un grupo de gente no permanecerá junta mucho tiempo a menos que se establezca “el orden de la fila”. Lo vemos al escoger los asientos, cómo caminan unos detrás de otros, quién da paso o cede en una conversación, quién se adelanta o quién da dos pasos atrás cuando es necesaria una tarea (según la tarea, porque puede ser señal de maestría –de estar arriba- o señal de servidumbre). Estas cosas se hallan escritas en la faz de la sociedad humana.
El punto no es abatir todo sentido de liderazgo o autoridad. El punto es que Cristo redefinió por completo el liderazgo y reordenó líneas de autoridad.
Cristo nunca enseñó que todo el mundo tiene igual autoridad. De hecho, habló muchas cosas sobre la genuina autoridad espiritual y enseñó que muchos no la tienen. Ahora bien, hemos de entender que la autoridad establecida por Cristo no se refiere a la fila india. Muchos suponen que El reordenó la fila, pero no es así.
En realidad, Cristo eliminó este orden de fila.
La autoridad que denota es una autoridad de función, no de estatus.
CELEBRATION OF DISCIPLINE. The discipline of service. Richard J Foster
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