Ruido, Prisa y Multitud. Esta es la falsa trinidad de nuestros días, a la cual rendimos adoración sin darnos cuenta, envueltos en ropajes de tecnología.
¿Qué haría Cristo si viviera en nuestra época?
¿Estaría disponible a Sus seguidores las 24 horas del día, gracias a su Blackberry?
¿Dejaría su celular encendido en la Última Cena a riesgo de ser interrumpido con llamadas innecesarias?
¿Habría dejado de detenerse y hablar con gentes en necesidad porque su beeper no tenía suficiente volumen para contrarrestar los audífonos de su iPod mientras caminaba a una reunión a la cual de todos modos llegaría tarde?
¡Oh Señor, líbranos de nosotros mismos!
A menudo, Jesús programó períodos de silenciosa oración para hablar con Su Padre y tener la certeza de hacer Su voluntad, lo más importante. Por ejemplo, antes de iniciar su ministerio público el Señor se retiró 40 días, lejos de comida y gente y ruidos, en esfuerzos de preparación de sí mismo ante la tarea puesta adelante.
A menudo, Jesús se retiró a lugares solitarios. Gastó tiempo considerable en silencio, para orar, descansar, enfocar prioridades en las cuales dedicar tiempo y energía.
- Escuchar la voz de Dios (1 Reyes 19:11-13)
- Esperar con paciencia a que Dios obre (Lamentaciones 3:25-28)
- Adoración a Dios (Habacuc 2:20)
- Conocer mejor a Dios (Salmo 46:10)
- Orar con eficacia (Lucas 5:16)
Quiera nuestro Señor librarnos de nuestra adicción al ruido, la prisa y el gentío y nos conceda experimentar de manera regular el don del silencio, pues con frecuencia es ahí donde El mismo nos espera. Hubo silencio antes que Dios creara al mundo y hubo silencio antes que Jesucristo iniciara su ministerio público. Silencio es quizás lo que nos permita hablar como Dios quiere que hagamos.
Modificado de Silence, Mark Driscoll disponible en http://theresurgence.com/silence
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