1. Comience desde la infancia. De a su hijo todo lo que pida. Crecerá convencido de que el mundo entero le pertenece.
2. No se preocupe por su educación ética ni espiritual. Espere a que alcance la mayoría de edad para que pueda decidir libremente.
3. Cuando diga malas palabras, ríase, festéjelo. Esto lo animará a hacer cosas más graciosas.
4. No lo corrija ni le diga que está mal algo de lo que hace. Podría crearle complejos de culpabilidad.
5. Recoja usted todo lo que él deja tirado: libros, zapatos, ropa, juguetes. Así se acostumbrará a colocar su responsabilidad sobre los demás.
6. Permítale leer todo lo que caiga en sus manos. Cuide de que sus platos, cubiertos y vasos estén limpios y nítidos, pero no de que su mente se llene de basura.
7. Riña a menudo con su cónyuge en presencia de sus hijos, así evitará que no le duela demasiado el día en que la familia –quizá por su propia conducta- quede destrozada para siempre.
8. Déle todo el dinero que quiera gastar. No vaya a sospechar que para disponer de dinero es necesario trabajar.
9. Cumpla todos sus deseos, apetitos, comodidades y placeres. Sacrificio y austeridad podrían producirle frustraciones.
10. Póngase de su parte siempre en cualquier conflicto que tenga con sus profesores y vecinos. Piense que todos ellos tienen prejuicios contra su hijo y que de verdad quieren fastidiarle la vida.
Y cuando su hijo sea delincuente, proclame que nunca pudo hacer nada por él.
REFLEXIONES DE UN JUEZ DE MENORES (Ed. Dauro, España). Emilio Calatayud
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