Viendo a Dios más claramente
Pero la predicación del Señor cambia de súbito en v.7-12. ¿Por qué dejar los temas de juicio y discernimiento para hablar de la oración? Tal parece que los versos señalan un tema más amplio que la oración misma –la necesidad del creyente de buscar la provisión del Padre, su consejo y dirección, y la obligación subsiguiente de mostrar el amor del Padre en nuestras relaciones con otros.
Nadie puede leer el Sermón del Monte hasta este punto sin que perciba su propia y profunda necesidad. Somos miserables pedigüeños ante Dios. Somos cortos de vista espiritual y sin discernimiento. Nos hallamos muy por debajo de lo que debiéramos ser por causa de Cristo. No tenemos nada qué ofrecerle.
En estos versos, entonces, Jesús nos enseña la “lógica del pordiosero”: hemos de persistir solicitando la gracia de Dios como miserables (porque en sentido espiritual siempre seremos así), en la confianza de saber que quien responde nuestra solicitud, quien se revela a sí mismo en nuestra búsqueda y quien abre la puerta a nuestro toque, ¡es nuestro Padre!
Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan? (v.11).
¿Por qué enfatiza la paternidad de Dios? Porque su preocupación es que descubramos que nuestro Juez es también Padre nuestro. La verdad sobre Dios, el verdadero conocimiento de El yace en estas dos características. Ambas. Nunca entenderemos las maravillas de Su gracia sino cuando, al implorar misericordia como pordioseros ante el juez, descubrimos que El nos ama y desea que nos convirtamos en sus hijos e hijas.
Ciertamente es maravilloso que Dios justifique pecadores y que, como Juez justo de todo cuanto existe, sea capaz de justificarnos. Pero Cristo establece aquí un orden superior: este Juez escribe papeles de adopción a nuestro favor, coloca Sus manos sobre nuestros hombros y dice “mi hijo, deseo compartir contigo la herencia de todas mis riquezas y bendiciones. Tú serás mi hijo, mi hija, de ahora en adelante. Ven conmigo, y pregúntame, solicítame cuando te halles en necesidad”.
¿Te das cuenta ahora por qué Jesús termina con la exhortación del v.12? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Lo que parece un argumento aislado, sin relación al tema que lo precede, en realidad posee íntima conexión.
¡Sólo quien se ha visto como un miserable pordiosero delante de Dios, pero que ha descubierto que es heredero de la gracia divina, tendrá la suficiente libertad para librarse de su carácter egoísta y poner a otros primero, de hacer a otros lo que él recibiría –con aprecio- de otros!
¿Te das cuenta? ¡Vivir con el conocimiento de los juicios divinos no es causa de miedo o parálisis, como sugiere Satanás! Más bien es el remedio para no caer en centralismo personal (el nuevo eufemismo que denota egoísmo puro y simple) y es el camino a genuina libertad espiritual, donde servimos al Señor y somos felices sirviendo a otros, también.
¿Te conduces de este modo? Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas. Es exhortación que no tiene límites.
Analiza la frase y observa que cuando esta enseñanza aparece en otros (desde Confucio hasta Emmanuel Kant), la instrucción aparece en sentido negativo: “no hagas a otros lo que a ti no te gusta que te hagan”. Es menos demandante cuando se escribe en sentido negativo. Pone límites. Prohíbe la acción. No es pro-activa.
¡Las palabras del Señor Jesús son muy diferentes! Su alcance no tiene límites en demandas o en amplitud. Su enseñanza es positiva, pero al mismo tiempo abarca y abraza todos los aspectos de nuestra vida.
Además, resume la ley y los profetas. No quiere decir que conocer este verso permite ignorar los demás. Más bien, nos enseña en pocas palabras el principio expuesto e ilustrado de mil formas distintas en el resto de la Escritura (la frase “ley y los profetas” es representativa de todo el Antiguo Testamento).
Para Jesús, la Palabra de Dios no es una compleja o imposible de cumplir maraña de regulaciones colocadas como pesada carga sobre hombros humanos. La Palabra de Dios es la manifestación de este principio de amor: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Aprehende la enseñanza. Hazla parte de ti. Todo lo demás caerá en su lugar. Este es el punto.
Ciertamente la vida cristiana es demandante, pero en esencia el principio es sencillo. Es conocer la gracia de Dios manifestándose de modo poderoso en el corazón y ser libres del gobierno del pecado y del yo (el centralismo personal) sobre nuestra vida. Ahora podemos servir a otros y proporcionarles bendición así como el Señor nos ha bendecido.
Esta es la clase de visión 20/20 que adquirimos al vivir a la luz del conocimiento de los juicios de Dios, nuestro Padre.
THE SERMON ON THE MOUNT. Sinclair B. Ferguson
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